Debemos saturar nuestra mente con los preceptos del Señor.
Leer | 1 Timoteo 4.15
30 de julio de 2015
Así como las personas son atraídas por el calor y el encanto del fuego de una chimenea, los no creyentes serán atraídos a los cristianos apasionados por Jesús. El Señor quiere que sus seguidores sean “una ciudad asentada sobre un monte” y la “luz del mundo”, brillando con intensidad en medio de las tinieblas con el amor y el mensaje de Cristo (Mt. 5.14, 15; 28.19).
Pero, como vimos ayer, es posible que nuestro “fuego” se enfríe, lo cual afecta nuestro testimonio. Si llega a sucederle esto, dé los pasos para reavivar la llama de su amor por el Señor.
Primero, dese cuenta de dónde está: ¿Es su andar con Dios menos ferviente que antes? Luego, recuerde lo que fue una vez; piense en cómo era su vida cuando tenía celo por el Señor. Después, reconozca su alejamiento. Pídale a Dios que le hable, y lea su Palabra con interés. Dedique tiempo para orar cada día. No pida solo las cosas que usted quiere, sino exprese al Padre celestial su deseo de conocerle en verdad. Pídale al Espíritu Santo que le ayude a reenfocar su atención. Piense en lo que puede ser su vida si Jesús está en el centro, y después no deseará otra cosa que no sea lo mejor que Dios nos ofrece.
El apóstol Pablo instruyó a Timoteo en cuanto a cómo vivir de manera que le agrade al Padre. Luego le recordó que se “entregara de lleno” a estas cosas. Nosotros, también, debemos saturar nuestra mente con los preceptos del Señor. Él desea que usted tenga una fe entusiasta, y utilizará su fervor para atraer a otros a Él, y al mismo tiempo para bendecirle a usted.
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