Usted probablemente ha oído decir que la comida más importante del día es el desayuno. Un concepto parecido se aplica a nuestro corazón y a nuestra mente. El combustible que les damos cada mañana afecta en gran medida el resto del día.
David comenzaba su día con Dios. En el Salmo 63, dice que buscaba al Señor de madrugada (que significa encarecidamente). Se despertaba con hambre de su Creador, y después de llenar su anhelante alma con la plenitud de Dios, exclamaba alabanzas y acciones de gracias al Señor. Incluso, cuando llegaba la noche, mientras estaba en su cama, seguía pensando en su Padre celestial.
Imagine lo que es tener un día así, lleno de gozo y de gratitud a Dios, desde temprano hasta tarde por la noche. Esto es posible cuando apartamos el comienzo del día para pasarlo con el Señor, escuchando cómo nos habla a través de su Palabra, a la vez que nosotros le abrimos nuestro corazón en oración. Nuestra bendición será aun mayor si nos mantenemos conscientes del Señor a lo largo del día, y al llegar la noche, contemplando lo que Él es, y la manera como actúa. Buscar al Señor no solo llena nuestra alma vacía, también acrecienta nuestra hambre de Él cada vez más.
¿Le resulta difícil a usted pasar tiempo con el Señor cada mañana? Los hábitos que duran toda una vida comienzan con pasos pequeños, no grandes, y con resoluciones abrumadoras. Comience hoy, apartando al menos quince minutos en la mañana, especialmente antes de llenarse de una lista larga de compromisos. Hágalo durante varios días, y vea si el Señor empieza a satisfacer su alma y a aumentar su hambre de Él.
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