Dios nos manda en su Palabra a servir a los demás (Ga 5.13). Sin embargo, habrá personas que nos harán difícil cumplir esta orden.
Afortunadamente, una definición bíblica sobre el servicio puede ayudarnos a obedecer la orden del Señor, no importa quién pueda ser el beneficiado. La razón es que es Dios a quien servimos realmente.
Si tenemos esta motivación en todo lo que hacemos, eso repercutirá en la calidad de nuestro trabajo y evitará que nos desanimemos. Entonces, cualquiera que sea nuestra tarea —dirigir una empresa, enseñar niños, o hacer algo que parece poco atractivo— si nuestro propósito es glorificar a Dios, daremos lo mejor de nosotros con su poder. Y esperaremos confiadamente en que Él nos utilizará para sus propósitos, aunque la tarea que hagamos nos parezca sin fruto a nosotros o a los demás.
Cuando yo era niño, tenía que despertarme antes del amanecer para repartir periódicos. Aun bajo lluvia o nieve, tenía que hacer el trabajo, y eso era difícil para mí. Entonces el Señor puso en mi corazón que yo no estaba simplemente llevando periódicos a gente de mi ciudad, sino que estaba sirviéndole a Él. Al entender más esta verdad, despertarme y trabajar era algo que podía hacer con un propósito. En verdad, no siempre tenía ganas de enfrentar el trabajo, pero mis sentimientos ya no eran importantes. Estaba sirviendo a mi Creador.
No importa lo que Dios nos pida que hagamos, podemos obedecer con gozo si lo hacemos para el Señor Jesús. Si esta es nuestra motivación, no necesitaremos la aprobación del mundo. Solo necesitaremos saber que Dios está complacido, y que promete recompensar a quienes le sirven (He 11.6).
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