LA PRÁCTICA DEL SERVICIO Marzo
20
Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas
Iscariote hijo de Simón que lo entregara, sabiendo Jesús que el Padre le había
dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios y a Dios iba, se
levantó de la cena, se quitó su manto y, tomando una toalla, se la ciñó. Juan 13.2–4
Hemos estado observando algunos detalles acerca del
contexto de esta escena en la vida de los discípulos, el momento en que Cristo les
lavó los pies a los discípulos. En el pasaje de hoy queremos concentrarnos en
dos detalles adicionales.
En primer lugar queremos notar el grado de madurez que
demuestra el gesto de Cristo. El paso necesario antes de realizar un acto de
servicio hacia el prójimo es identificar la necesidad del otro. Cuando éramos
niños, era necesario que nuestros mayores no solamente nos indicaran dónde
existía una necesidad de servicio, sino que también nos obligaran a realizarla,
porque nuestra perspectiva de la vida no incluía conciencia de servicio.
Algunas personas nunca pasan más allá de esta etapa y, aun de adultos, no
sirven a menos que otros los presionen para hacerlo. Pero los que han avanzado
hacia un mayor grado de madurez, responden con gozo frente a la invitación de
servir al prójimo, porque han entendido que este es uno de los privilegios que
se le ha concedido a los que son de Cristo.
Existe, sin embargo, un tercer nivel de servicio. En este
nivel no hace falta que otros nos indiquen las oportunidades para servir, ni
tampoco que otros nos inviten a hacerlo. En este nivel vemos la necesidad de
servicio antes que el otro diga algo. Cuando transitamos por los lugares donde
desarrollamos nuestra vida cotidiana, estamos atentos a las oportunidades que
se nos presentan en cada lugar. Cristo vio la necesidad de lavar los pies, e
hizo algo al respecto.
Es esta segunda acción que queremos resaltar. Nadie puede
servir a su prójimo desde la comodidad de un sillón. Tampoco es posible
experimentar el gozo del servicio si uno se mantiene en la teoría de lo que es
disponerse a suplir la necesidad del prójimo. El servicio no es tal hasta que
se convierte en acciones concretas hacia los demás. Por esta razón, Cristo se
levantó de la mesa, se quitó el manto, se ciño una toalla y, tomando agua,
comenzó a lavarle los pies a los discípulos. Esta serie de acciones concretas
son las que convirtieron su deseo de servir en realidad.
El servicio es una parte importante de nuestro rol como
líderes. Para cultivar este aspecto de nuestra vida, necesitamos pedirle a
nuestro Padre celestial que abra nuestros ojos a las oportunidades que existen
a nuestro alrededor, y también que nos movilice a hacer algo al respecto.
Para pensar:
¿Qué señales le alertan de que
otra persona necesita de su servicio? ¿Cómo puede enseñarle sensibilidad a sus
seguidores? ¿Qué actitudes son importantes para dar un buen ejemplo en el
servicio?
Shaw, C. (2005). Alza tus ojos. San José, Costa Rica,
Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.
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