LOS OJOS EN LA META Marzo 6
Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el
gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó
a la diestra del trono de Dios. Hebreos 12.2
Hemos estado considerando las exhortaciones del autor de
Hebreos, quien nos anima a pensar en la analogía de una maratón (una carrera de
unos 42 km. de distancia) para entender las dinámicas de la vida cristiana. En
nuestro versículo de hoy, queremos pensar en lo que inspira al corredor.
La competencia de la maratón estaba basada en la odisea
del joven soldado griego que corrió una gran distancia, después de la batalla
de Maratón, para informar acerca de los resultados de aquel enfrentamiento. Ser
el ganador de semejante competencia era un asunto de enorme prestigio, no
solamente porque el atleta demostraba sus extraordinarias aptitudes físicas,
sino también porque el campeón era identificado con aquel primer héroe de esta
singular historia.
En las carreras modernas, la largada muchas veces está en
el mismo lugar de la llegada. Antes de correr, cada corredor echa un vistazo al
podio y, por unos segundos, sueña con las sensaciones de estar subido allí, en
lo más alto del escenario, aplaudido y elogiado por el público que lo reconoce
como el mejor entre sus pares. Tal sueño, aun cuando no es más que un
pensamiento fugaz en los minutos previos a la carrera, actúa como poderoso
estimulante para cada uno de los deportistas. Aun los menos preparados
acarician el sueño placentero de cruzar la meta, para sentir que todo el
esfuerzo valió la pena.
Durante la carrera, habrá muchos momentos difíciles en
los cuales el deportista luchará con el deseo de abandonar. En estas
instancias, los mejores atletas convocan otra vez la imagen del glorioso
momento de llegada y buscan recuperar fuerzas como un anticipo de la gloria que
vendrá.
El autor de Hebreos usa como excelente ilustración a
Jesús. Su momento de máxima crisis fue en Getsemaní. Allí le confesó a sus
discípulos el fuerte deseo de «abandonar la carrera». «Mi alma está muy triste»
les dijo, «hasta la muerte» (Mt 26.38). Se apartó y se concentró en la intensa
batalla que se había apoderado de su corazón, una batalla entre el deseo de
hacer la voluntad del Padre y el deseo de hacer la voluntad propia. Finalmente,
logró lo que hacía falta para seguir en carrera: quitó los ojos de la cruz y la
inminente agonía de la muerte, para fijar su vista en algo que lo inspiraba
plenamente. Esto era el gozo del momento de reencuentro con su Padre celestial.
Como líder, usted necesita tener los ojos puestos en algo
más inspirador que las circunstancias en las cuales se encuentra. Quizás sea el
cumplimiento de una Palabra que el Señor le dio. Quizás sea la realización de
una visión que recibió. O bien podría ser la finalización de un proyecto que
traerá gloria a Su nombre. Sea cual sea el tema, esto lo inspirará y animará a
seguir adelante cuando ya las fuerzas parezcan desvanecerse.
Para pensar:
¿En qué cosas tiene los ojos
puestos la mayor parte del tiempo? ¿Qué cosas tienden a desanimarlo? ¿Qué cosas
lo inspiran? ¿Qué pasos debe dar para fijar con mayor frecuencia sus ojos en
aquello que lo inspira?
Shaw, C. (2005). Alza tus ojos. San José, Costa Rica,
Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.
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