Conductas que nos atan
Las conductas que nos aprisionan comienzan temprano en la vida.
Leer | 1 Corintios 3.1-3
30 de enero de 2015
Parecería que en un mundo donde hay tanta abundancia, debería haber mucha satisfacción. Sin embargo, aun en los países más prósperos sucede lo contrario. ¿Por qué hay tantas personas infelices, ansiosas e inseguras?
Primero, porque la mayor parte del mundo no conoce a Jesucristo personalmente. Segundo, porque muchas personas, incluso en circunstancias privilegiadas, están viviendo de las “sobras” —de los sentimientos y de las actitudes de como fueron criadas.
Por ejemplo, aquellos que sintieron siendo niños que nunca podrían estar a la altura de las expectativas de otros, son proclives a experimentar sentimientos de incompetencia, de rechazo y de culpa como adultos; pueden también tener problemas de resentimiento y hostilidad. Y los adultos que se alejan de sus responsabilidades o compromisos cuando no consiguen lo que quieren, son con frecuencia aquellos cuyos padres cedieron a todos sus deseos.
El problema de la baja autoestima entre los adultos surge a menudo de la falta de aceptación y afirmación cuando eran niños. Es importante que los niños aprendan que son de enorme valor para Cristo —su sentido de seguridad debe venir, no de las cosas que posean, sino de una relación personal con Él. De lo contrario, pueden convertirse en adultos materialistas.
Las conductas que nos aprisionan comienzan temprano en la vida. Por la misma razón, lo bueno puede también inculcarse a temprana edad. Tomemos esto como un poderoso recordatorio del regalo maravilloso que son los niños.
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