David sirvió a Dios en muchos roles, desde un sencillo pastor de ovejas, hasta un gobernante valeroso. Al observar las distintas etapas de su vida, podemos ver claramente cómo su devoción al Señor permitió que fuera usado poderosamente por Él.
Pastor. David fue ungido rey mucho antes de dirigir algo que no fueran ovejas (1 S 16.1-13). Proteger las ovejas era un trabajo que tomaba en serio. Durante ese tiempo, aprendió a ser fuerte y valiente, y a cuidar de seres más débiles que él. Una vida temprana de obediencia a su padre terrenal le enseñó la humildad que necesitaría más tarde para depender de Dios.
Salmista. Los escritos de David revelan su anhelo de Dios. Habla acerca de temas como temor, depresión, fracaso, soledad y tristeza. Al hablar de sus valles de sombras, y de su comunión con el Padre celestial en las vigilias de la noche, David nos dio atisbos íntimos del Dios que él conocía tan bien.
Líder. Por su relación sexual con Betsabé, la vida del rey estuvo plagada de congoja, dolor, sufrimiento y conflictos. David había pecado enormemente, pero Dios lo perdonó y siguió usándolo. Gobernó Israel durante 40 años, y su pueblo llamó a Jerusalén la “Ciudad de David”. Su restauración nos enseña sobre las consecuencias del pecado y la gracia infinita de Dios.
David cumplió el propósito de Dios mientras vivió y su impacto sigue presente siglos después; cada seguidor de Cristo ha sido bendecido por la obediencia, el servicio y las dotes literarias de David. Él es un gran ejemplo de lo que Dios puede hacer por medio de nosotros si rendimos nuestra vida a Él.
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