Pasamos mucho tiempo preocupándonos por nuestras necesidades materiales —casa, auto, comida, finanzas y salud. Todas esas cosas son importantes para nuestra vida, pero hay una garantía que está por encima de todas. Dios desea que vivamos confiados en Él y en su gracia salvadora. Y nos da varias razones para tener la certeza de nuestra seguridad eterna.
Jesús hace una promesa a todos los creyentes: “Nadie los arrebatará de mi mano” (Jn 10.28); y Él no hace ninguna promesa que no tenga la intención de cumplir. Pensar que podemos tomar una acción que nos separará del Señor una vez que hemos sido salvos, lo convertiría en un mentiroso.
La mano de Dios se usa en la Biblia como símbolo de su poder. Después de que hemos recibido a Cristo, estamos a salvo en su palma, y ninguna fuerza o acción podrá sacarnos de ella. Si Satanás pudiera arrebatarnos, ya sea tentándonos a pecar o mediante su poder, significaría que es más fuerte que Dios. Sabemos que no es así, pues Dios es omnipotente (2 Cr 20.6).
Jesús es nuestro abogado ante un Dios santo que no puede mirar el pecado. En efecto, Hebreos 7.25 nos dice que Cristo “[salva] perpetuamente”, porque Él está dispuesto a interceder ante el Padre a favor nuestro. En términos humanos, Jesús está a la diestra de Dios como un recordatorio tangible de que nuestra deuda de pecado fue pagada por completo.
Por medio de su Hijo Jesucristo, Dios nos ha ofrecido más que salvación, nos ha ofrecido salvación eterna, sin salvedades o interrogantes. ¡Usted puede tener esta seguridad!
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