Aunque, sin duda, no nos sentimos bendecidos cuando nos insultan y persiguen, Jesús dijo que sí lo somos (Mt 5.11). La perspectiva del Señor en cuanto a la persecución difiere de la nuestra; Él considera positivo que suframos por su nombre. La persecución es buena por varias razones:
Demuestra nuestra fe. La única manera de conocer la calidad de nuestra fe es por medio de la prueba. Cuando perseveramos, comenzamos a entender que podemos permanecer firmes y obedientes en medio de alguna dificultad, a la vez que descubrimos el gran poder de Dios para sostenernos.
Purifica nuestra vida. La persecución dirige nuestra atención al Señor y el sufrimiento nos lleva a sus brazos. Cuando nuestro tiempo con Dios aumenta, Él nos hace conscientes de nuestras actitudes y acciones pecaminosas —algunas causantes de nuestra prueba, pero otras no— por las cuales debemos arrepentirnos. La persecución es una herramienta eficaz de purificación.
Nos prepara para el servicio. El sufrimiento pone fin a nuestra autosuficiencia y orgullo —actitudes que estorban nuestra utilidad para el Señor. El orgullo se viene abajo cuando comprendemos que no somos capaces de vivir por nuestra cuenta, especialmente cuando hemos sido insultados y heridos.
Una vida de comodidad y placeres no es siempre una señal de bendición. Así que “no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese” (1 P 4.12). Si la persecución fortalece nuestra fe, purifica nuestros corazones, y nos prepara para el servicio, entonces debemos dar gracias al Señor por la manera que la utilizará en nuestra vida.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.