En un día cualquiera, podemos encontrar personas y situaciones frustrantes, como un conductor lento, un niño revoltoso, o un compañero de trabajo poco colaborador. Podemos sentir la tentación de estallar de ira, pero Dios quiere que mantengamos la calma y seamos pacientes con todos (1 Ts 5.14). Y de hecho, existe un buen número de razones por las cuales debemos ser pacientes:
Nuestro llamamiento. Aunque una vez estuvimos alejados del Señor, hemos sido hechos parte de su familia por medio de la sangre de Cristo. Como hijos de Dios, estamos llamados a tener una vida digna de Él, caracterizada por humildad, mansedumbre y paciencia (Ef 4.1-3).
La enseñanza de la Biblia. Ella nos dice que seamos tolerantes unos con otros, que llevemos mutuamente nuestras cargas y que respondamos con benignidad (Gá 6.1, 2).
El ejemplo de Cristo. Él demostró paciencia ante las acciones de Pedro, las exigencias de las multitudes y las falsas acusaciones de los líderes.
Las buenas relaciones. Nuestra impaciencia puede herir a otros y bloquear el diálogo. Responder con calma da lugar a que la otra persona confiese su falta, explique su actitud y haga cambios.
La aprobación de Dios. Debemos tener presente que cuando soportamos calladamente nuestro sufrimiento, ganamos la benevolencia del Señor (1 P 2.20).
El Espíritu Santo nos está conformando a la imagen de Cristo. Si cooperamos con Él, desarrollará en nosotros la paciencia cuando esperemos o seamos provocados. Una actitud calmada en tiempos de adversidad puede ser un testimonio poderoso de la obra transformadora de Dios.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.