Zacarías 4.1-10
El pasaje de hoy describe una visión que Dios le dio a Zacarías. En ella, la montaña es una ilustración de una barrera o un obstáculo. Podemos preguntarnos lo que pueden enseñarnos estos extraños sueños hoy en día; pero, aunque las imágenes son extrañas, los principios siguen siendo significativos para nuestra vida.
Zorobabel, líder de Judá, y un grupo de 50.000 personas habían sido liberados por los babilonios para regresar a Jerusalén después de estar cautivos. Aquí, el pueblo de Dios comenzó a reconstruir los muros del templo, pero fueron atacados por los que vivían en las cercanías. Por tanto, el pueblo se desanimó y estuvo dispuesto a darse por vencido.
En el versículo 6, Dios le recordó a Zorobabel, por medio de Zacarías, que el avance se logra “no con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu”. En otras palabras, cuando Dios nos llama a una tarea, Él mismo asume la responsabilidad de eliminar los obstáculos. Luego el Señor pregunta: “¿Qué eres, oh gran monte?” (Zacarías 4.7). No quedaría más que una llanura una vez que Él actuara por medio de Zorobabel.
No debemos enfrentar las tareas, al parecer insuperables, con nuestras propias fuerzas. En vez, debemos confiar en el poder del Espíritu Santo que mora en nosotros. Somos como el candelero que debía mantenerse ardiendo en el templo. En el sueño de Zacarías, los olivos a cada lado del candelero estaban derramando aceite en su recipiente, sin ninguna ayuda de los sacerdotes. El Espíritu Santo estaba actuando como los olivos; Él era la promesa de Dios de ayudar al pueblo desanimado. Nosotros, también, podemos confiar en que el Señor nos ayudará cuando enfrentemos cualquier clase de obstáculo.
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