Filipenses 4.4-9
Todos queremos tener paz y alegría en los momentos difíciles; sentirnos seguros y con la confianza de que el Padre celestial nos ama. Pero, muchas veces, no experimentamos tales cosas por las preocupaciones y otras presiones.
Existen tres maneras de controlar nuestros pensamientos:
Filtrándolos. Imagínese que hay un sistema de red que protege su mente, y que todo lo que usted piense debe primero pasar por él. Si ha creado su filtro basándose en la Palabra de Dios, cualquier idea no bíblica que trate de introducirse activará una alarma de advertencia. Puede chequear cada pensamiento haciéndose algunas preguntas: ¿Cuál es su fuente? ¿A dónde me llevará? ¿Es bíblicamente sano? ¿Va a edificarme o a derribarme? ¿Puedo compartir esto con otra persona? ¿Me hace sentir culpable? ¿Encaja con quien soy como seguidor de Jesucristo?
Seleccionándolos. Dios le ha dado el derecho y el poder para decidir si aceptará o no un pensamiento. Cada vez que una opinión o una enseñanza lleguen a su filtro, puede resolver dejarlas pasar o descartarlas. Si la idea no le parece ni mala ni buena, las mismas preguntas anteriores podrán ayudarle a saber qué hacer después.
Cultivándolos. Aceptar los buenos pensamientos (y rechazar los malos) no es suficiente. Necesitamos meditar en las ideas que se alineen con la Palabra de Dios, y después comenzar a ponerlas en práctica.
Permita que Dios se derrame en su vida y que reine en su mente. Al hacerlo, verá cambios impresionantes.
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