Hablamos mucho de los derechos hoy en día. Pero la atención dada a los derechos no ha producido libertad colectiva ni personal. Más bien, la mayoría de las personas son prisioneras de la envidia (¡Tú tienes más que yo!), la codicia (¡Merezco más!), o el resentimiento (¡Han violado mis derechos!).
En vez de centrarnos en los privilegios que nos corresponden, debemos aceptar el mandato bíblico de amar a los enemigos y perdonar a nuestros perseguidores (Mt 5.44). Los verdaderos cristianos renuncian a sus derechos para poder asumir la causa de un reino bendito.
Eso no quiere decir que dejemos que la gente nos pisotee, sino que demos la respuesta adecuada conforme a los preceptos bíblicos. Es decir, debemos estar más preocupados por mostrar el amor de Dios a quienes nos agravian, que por exigir nuestros derechos. Tal vez usted esté pensando: Pero es que usted no sabe cómo he sido lastimado. En realidad, no lo sé. Pero lo que sí sé es cómo reaccionó Jesucristo, nuestro ejemplo, ante los terribles maltratos. Fue traicionado por sus amigos, perseguido por su pueblo y crucificado por nuestros pecados. Sin embargo, Él dijo: “Padre, perdónalos” (Lc 23.34).
Antes de pensar que la capacidad de Jesús para perdonar y amar está fuera de nuestro alcance, recordemos que su Espíritu habita en los creyentes. Podemos elegir renunciar a nuestros derechos, y dejar actuar al amor de Dios por medio de nosotros.
Lucas 6.29 dice que presentemos la otra mejilla y demos más de lo que nos pidan, porque expresar amor tiene más peso que nuestros derechos. Usted nunca perderá cuando demuestre a los demás el amor del Señor.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.