Hay un eslogan que se ha hecho popular en los últimos años: el grito valiente, “¡Sin miedo!”. En general, esta frase está ligada a algún atrevido intento en los deportes. Pero, ¿puede esta expresión encontrar también un significado más profundo relacionado con nuestra vida cristiana?
Obviamente, es imposible vivir en este mundo sin enfrentar jamás incertidumbres, dudas, desconcierto ni temor. La Biblia no resta importancia a estas preocupaciones; la Palabra de Dios es veraz en cuanto a la adversidad que todos enfrentamos. La respuesta correcta a estas dificultades es reconocer nuestros temores delante del Señor y confiar en que Él actuará para su gloria y para nuestro bien (Vea Sal 56.11).
Muchísimas personas tratan de eximir a Dios de responsabilidad cuando enfrentan un obstáculo al parecer inamovible. De lo que no nos damos cuenta, muchas veces, es que quizás Dios quiera usar esa dificultad para convertirnos en las personas que Él desea que seamos.
Lo que sucede es que la adversidad es una oportunidad para que Dios purifique nuestra fe. Puesto que solo Dios es soberano en el universo, Él desea ser soberano, también, en nuestra vida. Si ponemos nuestra fe en algo distinto a Dios, Él no tardará en quitar los obstáculos que impiden nuestro caminar con Él.
Si usted está pasando por una adversidad, pida a Dios discernimiento para hacerse esta pregunta: ¿Es esto algo que Dios puede estar permitiendo que ocurra en mi vida para que me acerque más a Él? Si es así, confíe en que Él reordenará su vida para seguir siendo el Señor de su fe.
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