Jesús sabía por experiencia personal lo que significaba vivir con recursos económicos limitados, recibir críticas de la familia (Mr 3.21) y ser rechazado por aquellos a quienes buscaba servir (Jn 6.66). Pero nunca permitió que esas circunstancias controlaran sus emociones o determinaran sus acciones. Más bien, decidió esperar confiadamente que el Padre celestial cumpliera su Palabra.
Hemos sido llamados a seguir el ejemplo de Cristo y a creer en que Dios es capaz de hacer lo que ha prometido. Por ejemplo, la Biblia promete salvación eterna a quienes piden ser perdonados en el nombre de Jesús (He 7.25). El Hijo satisfizo la justicia del Padre al morir en la cruz por todos nuestros pecados, desde las “mentiras piadosas” hasta los actos más viles. Si tenemos una fe verdadera en el Señor, Dios nos perdonará y nos hará una nueva creación en Cristo (2 Co 5.17). No importa qué faltas hayamos cometido, Él nos invita a acercarnos con fe y a recibir el regalo de la vida eterna.
Una vez que somos salvos, Dios dice que nos confirmará en su verdad (Ro 16.25); después de darnos un firme fundamento en Cristo, nos edificará en justicia. Por medio del ministerio de su Espíritu y de la Palabra, comenzaremos a ver las cosas de la misma manera que las ve el Padre celestial, y sabremos qué le agrada a Él (Ro 12.2).
Al creer en que Dios cumplirá sus promesas, nos fortaleceremos en la fe y nuestra paz será mayor. Los problemas que antes nos hacían perder el rumbo, carecerán del poder de perturbarnos. La esperanza sustituirá al desánimo y la confianza vencerá las dudas. Cada vez que vengan problemas, concentre su atención en el Padre celestial y en la capacidad que Él tiene de cuidar de usted.
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