Santiago 2.14-17
Expresamos fe todos los días, en toda clase de situaciones. Creemos que llegaremos al trabajo a salvo, o nunca nos meteríamos en el auto. Creemos que nuestro amor durará toda la vida, o nunca nos casaríamos. Creemos que nuestra silla favorita soportará nuestro peso, o nunca nos sentaríamos en ella. La fe fluye de nosotros todo el tiempo, incluso cuando no tiene nada que ver con Dios.
Pero hay un proceso que moldea nuestra fe —una progresión que convierte el asomo de fe en una acción medible. Primero, comienza en la mente. Pensamos en el asunto, lo mantenemos en la mente y visualizamos no solo la necesidad sino también la solución.
Segundo, comenzamos a hablar del asunto con otras personas y con el Señor. Hablar sobre el asunto con alguien en quien confiamos es una manera para entender mejor lo que está sucediendo, reunir nuevas ideas y procesar la información.
Luego, después de hablar del asunto, tenemos una idea mejor de lo que está involucrado. Esto nos lleva al tercer paso, en el que emprendemos la acción. Debemos hacer algo. Si la fe no produce un resultado medible, entonces algo estuvo mal, y necesitamos buscar la ayuda de Dios. La fe que nunca va más allá de la mente o de la conversación no logra nada. Pero cuando el proceso de creación de fe da lugar a la acción, no importa qué tan sencilla sea esta acción, comenzamos realmente a ver el poder del Señor.
¿Está usted luchando con un problema de fe? Pida a Dios sinceramente que le muestre si se ha atascado en alguna parte del proceso.
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