La tendencia a postergar la realización de las cosas puede ser un problema grande: las tareas importantes se descuidan, y nunca se disfruta de los beneficios del trabajo terminado. Pero, peor aún, aplazar los asuntos espirituales puede ser mucho más desastroso.
Toda persona pasará la eternidad en algún lugar. El destino se determina en esta vida por la decisión de aceptar o rechazar la oferta que hace el Señor Jesús del perdón de los pecados. Algunas personas creen que pueden postergar esta decisión. La eternidad parece distante, y hay mucho por disfrutar en esta vida. Piensan: “Esperaré hasta que esté cerca de la muerte; entonces le pediré a Jesús que me salve”.
Los problemas con este razonamiento son evidentes. Primero, no hay ninguna garantía de que usted vaya a recibir una advertencia antes de la muerte. Segundo, por pasar toda su vida rechazando la oferta de Cristo, corre el riesgo de que su corazón se endurezca. Decirle no a Dios puede significar no poder decirle sí cuando la muerte llame a la puerta. De hecho, podría haber perdido interés en la oferta de Cristo. Hay un gran peligro cuando se abusa de la gracia de Dios. Todas las personas que no están protegidas por la salvación en Jesucristo, enfrentarán la aterradora realidad del juicio al estar delante de Dios sin un Salvador (He 10.26, 27).
Por postergar la decisión de recibir a Cristo, usted no solo perderá las bendiciones inmediatas de una relación personal con Dios, sino que también se arriesgará a estar separado de Él en el futuro. ¡No tarde más! Venga a Cristo: reconozca su pecado, pida su perdón, y confíe en Él como su Salvador.
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