Puede parecerle extraño, pero a mí me emocionan ciertos períodos de frustración. Cuando siento cierto desasosiego seguido de insatisfacción, cuya causa no puedo identificar, sé que Dios quiere captar mi atención. Las experiencias del pasado me dicen que una vez que haga lo que Él desea, mi frustración cesará y podré estar en armonía con su plan para mi vida.
La frustración es considerada un sentimiento negativo. Sin embargo, cuando Dios nos inquieta, su propósito siempre es bueno. A veces, Él utiliza nuestra sensación de insatisfacción, así como nuestros obstáculos espirituales y físicos, para darnos nuevas percepciones. Por ejemplo, cuando yo estudiaba en el seminario, desperté un domingo por la mañana sintiéndome muy inquieto; no podía hacer nada ni relajarme, y no sabía el porqué. Entonces me puse a orar y le pedí al Señor que me revelara su voluntad. Pasé la mayor parte del día de rodillas, y pronto descubrí que los planes que yo había hecho para pastorear por un tiempo una iglesia en California no eran sus planes. Si yo hubiera ignorado ese sentimiento, me habría perdido del llamamiento por parte de la iglesia que Dios tenía para mí.
En un mundo de tanto ajetreo, nos resulta fácil no hacerle caso al desasosiego. Pero la frustración que Dios nos manda tiene el propósito de captar nuestra atención. Él quiere que le preguntemos: “¿Qué me estás diciendo, Señor?”, y también: “¿Quieres que haga o piense algo diferente?” Tan pronto como expresemos nuestra disposición a enfrentar cualquier cosa que el Señor nos traiga a la mente, Él comenzará a revelarnos lo que necesitamos hacer.
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