En los días de Pablo, los incrédulos rechazaban el evangelio de Jesucristo y buscaban acercarse a Dios por medio del conocimiento intelectual. Hoy, muchas personas proponen incluso conceptos sobre Dios y la salvación que son contrarios a lo que enseña la Biblia. Sus ideas suenan a veces tan razonables que engañan a muchos. Según la lógica humana, el hombre con más educación, más títulos e inteligencia debe tener el plan más razonable para llegar a Dios. Pero, como dijo el apóstol, la “sabiduría” del mundo es locura.
Dios prometió destruir la falsa sabiduría del mundo (Is 29.14; 1 Co 1.19), y por una buena razón: porque se usa para glorificar al hombre. Quienes rechazan la fe en favor de un enfoque estrictamente intelectual de Dios, tratan de ganar su aprobación por la lógica, la racionalización o sus esfuerzos. Por ejemplo, toda religión, excepto el cristianismo, tiene un plan o ritual por el cual supuestamente se gana con ello la aceptación del dios en quién creen. Esos planes se reducen a “si lo hago mejor, seré mejor; si soy mejor, entonces seré más aceptable para mi dios”. La persona hace su trabajo, y con ello se gana la gloria por ser un buen miembro de su religión. Pero el resultado final de todo ese esfuerzo es la muerte —la separación eterna del único Dios verdadero.
La fe cristiana glorifica a Dios y su obra. Somos considerados creyentes fieles cuando ponemos nuestra confianza en Él solamente, y creemos que Jesucristo dio su vida para que pudiéramos ser libres de las cadenas del pecado. Solo Él ha hecho un camino para que los creyentes sean reconciliados con Dios y hechos justos ante sus ojos.
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