¿Alguna vez ha orado por una situación, sintiéndose seguro de la voluntad de Dios, para luego darse cuenta de que la puerta se cerró? Quizás era la mudanza a otra ciudad, una relación para casarse, o una oportunidad de empleo que parecía tan prometedora. No importa la situación, el resultado fue confusión, decepción, y tal vez, incluso, desesperación. ¿Qué estaba haciendo Dios?
Pablo y Silas tuvieron una experiencia parecida en su segundo viaje misionero. En vez de seguir su propósito original de visitar las iglesias que habían constituido, decidieron ir a un nuevo territorio. Pero el Espíritu Santo les prohibió entrar en Asia (la actual Turquía). Así que fueron al norte, a Misia, con la intención de dirigirse a Bitinia. Pero el Espíritu Santo les cerró la puerta de nuevo.
Es posible que, a esas alturas, se hayan preguntado por qué Dios les impedía la predicación del evangelio. Después de todo, ¿no había dado Jesús la Gran Comisión (Mt 28.19, 20)? La respuesta le vino a Pablo en un sueño: el Señor los estaba redirigiendo a Grecia, una nación con grandes ciudades metropolitanas. Desde allí, el evangelio podría propagarse con mayor rapidez; finalmente, Pablo llegó a Éfeso, y desde aquí el evangelio se extendió a Asia. En el momento que Juan escribió el Apocalipsis, había al menos siete iglesias en ese continente.
Dios utiliza puertas cerradas para redirigirnos a su voluntad. Por tanto, la respuesta más sabia es confiar en su infinita sabiduría, esperar su clara dirección y seguir la guía del Espíritu Santo. La redirección de Dios trae bendición, si simplemente confiamos en Él y le obedecemos.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.