Los seguidores de Cristo podemos ser atrapados por la trampa de tratar de justificar nuestras transgresiones. Pero si renunciamos a todas las excusas que podamos inventar, todo puede reducirse a cuatro causas por las que nos rebelamos:
Me niego a hacer lo que Dios manda. Existen maneras obvias de violar las leyes de Dios, como cometer un asesinato. Pero, más comúnmente, métodos sutiles y ocultos de desobediencia se convierten en obstáculos en nuestro camino. Entre estos métodos están albergar resentimiento o darle la espalda a las personas necesitadas.
Busco lo que está prohibido. El Señor ha declarado prohibidas ciertas cosas (Ro 1.28-32; Gá 5.9-21). Él no desea arruinar nuestro placer, pero sabe que algunas acciones pueden tener consecuencias devastadoras.
Busco lo que Dios permite, pero de una manera prohibida. En la vida cristiana disfrutamos de mucha libertad. Podemos tener dinero, éxito y relaciones afectivas. Pero los creyentes no tienen la libertad de lograr esas cosas mediante el robo, el engaño, la injusticia o cosas parecidas.
Busco lo que Dios permite, pero en el momento que yo decido. La impaciencia es, a menudo, la causa por la que las personas terminan endeudadas o enredadas en relaciones negativas. Deciden buscar algo antes de tener la clara guía del Señor.
Cada vez que usted enfrente una decisión, hágase esta pregunta: ¿Qué es lo más sabio que puedo hacer? Después de esto, pídale al Señor dirección, y espere hasta que Él le responda. Si estamos haciendo la voluntad de Dios, nunca tendremos que inventar excusas.