Friday, December 8, 2017

Pies y corazón limpios | Dr. Charles Stanley | 12/8/17

Juan 13.3-15

Puede que Israel sea una tierra polvorienta, y los pies calzados con sandalias se ensucian yendo de un lado a otro. En la antigüedad, la persona que entraba en una casa se quitaba las sandalias y se lavaba los pies. O si los dueños de casa eran ricos, los sirvientes eran quienes se los lavaban. Esta desagradable pero necesaria tarea le tocaba al sirviente que tenía la jerarquía más baja en la casa. Imagínese la sorpresa de los discípulos cuando el Hijo de Dios tomó el papel de un humilde sirviente para arrodillarse a lavar sus pies. La necesidad de este servicio era enorme, ya que habían estado viajando por un tiempo. Pero nadie se había ofrecido para hacerlo.

Pero Jesús hizo algo más que cubrir una necesidad: dio una lección. Como Él explicó: “Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes” (Jn 13.15 NVI). Algunas iglesias han interpretado erróneamente esto, haciendo del lavado de pies una ordenanza. Pero uno puede limpiar la piel de otra persona, sin pensar en el significado de la acción de Cristo.

En realidad, la acción en sí no es el punto principal; la actitud es lo que cuenta. Cristo desea que estemos dispuestos a humillarnos para servir a los demás. Él está buscando hombres y mujeres que dejen de lado el orgullo, la posición y el poder para hacer lo que sea necesario, dondequiera que haga falta, y en favor de quienes necesiten ayuda.

Jesús realizó sus más grandes y humildes actos de servicio en menos de veinticuatro horas. Lavó pies sucios, usando las dos manos que serían traspasadas por los clavos el día siguiente. La enseñanza aquí es que toda tarea que Dios nos da es importante para su reino.

Thursday, December 7, 2017

El modelo de servicio | Dr. Charles Stanley | 12/7/17

Mateo 20.25-28

Según la manera de pensar del mundo, los hombres importantes son lo que tienen autoridad, prominencia y poder. Sin embargo, aunque Jesucristo tenía todo eso, lo dejó para convertirse en siervo (Is 42.1; Fil 2.7).

El Señor Jesús se entregó por completo para cumplir el plan de redención de su Padre, a pesar de que los beneficiarios, es decir, nosotros, no éramos dignos. Dios es santo y justo, y no puede estar en presencia del pecado. Por tanto, tiene que separarse de quienes están manchados por este. Lo cual incluye a toda la humanidad (Ro 3.23).

Todos nacemos cautivos de los deseos de la carne (Ro 6.16-18). Cuando alguien dice que está viviendo de acuerdo con “sus propias reglas”, en realidad está al servicio de lo que le apetece a su naturaleza humana. El castigo por ese falso sentido de libertad es la condenación (Ro 6.23).

El acto supremo de servicio del Señor Jesús fue dar su vida en rescate por muchos (Mt 20.28). La palabra rescate se refiere al precio pagado para liberar a alguien —Cristo compró voluntariamente nuestra libertad. Había solo una manera de que Dios pudiera quitar nuestra culpa y permanecer fiel a su propia ley: que alguien sin pecado pagara nuestra deuda de pecado.

El sacrificio de Jesús nos salvó de la condena que merecíamos. En cambio, recibimos el regalo de la gracia, y hemos sido declarados inocentes. Además, pasamos de ser esclavos, ¡a ser hijos del Todopoderoso! Jesús cumplió el propósito del Padre con fidelidad. Renunció a su derecho para llevar el peso de nuestra iniquidad. El Salvador no se reservó nada para sí y, por tanto, estableció un poderoso ejemplo de servicio que debemos imitar.

Wednesday, December 6, 2017

Para caminar en la luz | Dr. Charles Stanley | 12/6/17

5:1-17 Efesios

Si alguna vez se ha quedado sin electricidad por la noche, sabe lo difícil que puede ser orientarse hasta donde pueda encontrar una linterna o una vela. Piensa que está dirigiéndose a una puerta, pero de repente choca contra una pared. Así era nuestra vida antes de conocer la Luz del Mundo. En realidad, ni siquiera sabíamos lo real que era la luz, y nos habíamos acostumbrado cómodamente a la oscuridad, porque ella nos impedía ver lo pecaminosos que éramos.

Pero ocurrió algo asombroso cuando finalmente creímos el evangelio, nos arrepentimos de nuestros pecados y confesamos a Jesús como nuestro Señor y Salvador. Fuimos rescatados del dominio de las tinieblas y trasladados al reino de la Luz. Y ahora Jesucristo, la Luz del Mundo, ha venido a habitar en nosotros (Col 1.13, Ef 3.17). Entonces, ¿cómo deben vivir los seguidores de Cristo? El pasaje de hoy describe tres responsabilidades básicas:

1. Andar en amor (Ef 5.1, 2). Así como el Salvador nos amó, también nosotros debemos amar a los demás. Si estamos en conflicto con nuestros hermanos en Cristo, no podemos decir que estamos caminando en la Luz (1 Jn 1.7).

2. Abstenerse del pecado (Ef 5.3-7). Los creyentes no están exentos de pecado, pero no practican habitualmente las obras de las tinieblas.

3. Saber lo que agrada a Dios (Ef 5.8-17). El fruto de la Luz es bondad, justicia y verdad. Estas cualidades se muestran en nuestro carácter, conversación y conducta cuando vivimos de verdad nuestra fe.

Que nuestro objetivo sea acercarnos cada vez más a la Luz, permitiendo que Cristo nos muestre cualquier área de oscuridad para que podamos reflejar su gloria y su bondad.

Tuesday, December 5, 2017

Alabanza al Cordero de Dios | Dr. Charles Stanley | 12/5/17

Apocalipsis 5.1-12

En el cielo hay adoración y alabanza incesantes a Dios. Apocalipsis 4 y 5 describen la visión de Juan, en la que cuatro seres vivientes proclamaban la santidad de Dios día y noche. El apóstol oyó a 24 ancianos responder con una declaración de la dignidad de Dios (Apocalipsis 4.8-11). Escuchó mientras cantaban un nuevo cántico de alabanza, declarando que el Cordero de Dios había comprado hombres para Dios; y luego vio a multitudes de ángeles proclamando los méritos y la dignidad de Jesús (Apocalipsis 5.9-12).

¿Qué había en el Señor Jesús que motivó esa adoración tan sincera? Lo que Él es, lo que ha hecho y lo que hará. Él es...

Dios el Hijo, que dejó de lado su divinidad para rescatarnos (Fil 2.6, 7).
El Salvador que se humanó y murió para que pudiéramos ser salvos (Fil 2.8).
El Único que nos reveló a Dios el Padre (Jn 14.9).
El Hijo del hombre, que escogió identificarse con nosotros por su gran amor (Jn 1.14; 15.13).
El Cordero de Dios, que quitó los pecados del mundo (Jn 1.29).
El León de Judá, que regresará como el juez, gobernante y autoridad sobre todo (Ap 5.5).
Estos mismos atributos deben motivar nuestra alabanza y adoración a Jesús. Pídale al Señor que le ayude a establecer un patrón de alabanza y de respuesta en adoración cada vez que piense en Él. La música celestial debe ser cantada por los redimidos en la Tierra para que todo el mundo les escuche.

Monday, December 4, 2017

Predicar como Pedro | Dr. Charles Stanley | 12/4/17

Hechos 2.14-42

El primer sermón de Pedro puede relatarse en menos de tres minutos. Compartir el evangelio no necesita ser largo o complicado. El mensaje de Pedro contiene una fórmula que podemos usar:

Preparación. El discípulo se basó fuertemente en las Sagradas Escrituras para argumentar a favor de Cristo. Pero Pedro sabía que había otro elemento importante: después de haber recibido el poder para proclamar el evangelio en diversas lenguas, debió de haberse dado cuenta de la importancia del Espíritu Santo. No importa lo convincente que pueda ser el mensaje de una persona, es solo el Espíritu Santo quien puede abrir las mentes y los corazones incrédulos.

Los atributos y el propósito del Salvador. Pedro identificó a Jesús como el Hijo de Dios. Citó las “maravillas, prodigios y señales” que certificaban que Él era el Mesías prometido (Hechos 2.22). Luego el discípulo hizo clara la misión de Jesús en la Tierra: morir por los pecados de la humanidad.

Una invitación personal. Pedro no tuvo temor de condenar a su auditorio. A “Éste… ustedes lo mataron, clavándolo en la cruz”, dijo (Hechos 2.23 NVI). El nuevo predicador se aseguró de que los oyentes conocieran su responsabilidad en la muerte del Mesías, pero también les dio la maravillosa noticia de que Cristo estaba vivo. Los que creyeron fueron invitados a arrepentirse y a ser bautizados en el nombre de Jesús. Ningún mensaje del evangelio está completo sin decir a las personas cómo pueden ser salvas.

Testificar a los demás puede ser intimidante. Pero si usted es fiel y está preparado, compartir su fe valdrá la pena, no importa cuál sea el resultado.

Biblia en un año: 2 Corintios 9-13

Friday, December 1, 2017

Cómo encontrar satisfacción | Dr. Charles Stanley | 12/1/17

Filipenses 4.11-13

Dios nos ha dado muchas cosas para que las disfrutemos.  Pero, con frecuencia, vivimos llenos de agitación en vez de satisfacción. Cuatro prácticas que generan insatisfacción son:

1. El ajetreo. Vivimos corriendo de una actividad a otra. Jesús no se apresuraba por nada, y aun así realizó lo que su Padre le mandó a hacer. Ni una sola vez dijo a sus discípulos que anduvieran más rápido. Incluso, elogió a María por haber decidido pasar tiempo con Él (Lc 10.39, 42).

2. La perspectiva terrenal. Muy a menudo, vivimos enfocados en nuestras circunstancias. Nuestras mentes piensan en las actividades de la semana, del mes o del año próximo. Con razón, el deleite de la vida sigue siendo escurridizo. La solución es tener una perspectiva eterna que reconozca que Dios tiene el control y que nuestro objetivo es complacerlo.

3. La presión autoimpuesta. Todos hemos experimentado las cargas inevitables de las responsabilidades. Pero nos imponemos presiones innecesarias cuando dejamos que el “tienes que” y el “debes” nos gobiernen. El remedio es acudir a Dios, reconocer el derecho que Él tiene de decirnos lo que debemos hacer y pedirle que nos indique su plan.

4. Actitudes poco saludables. El perfeccionismo, el sentimiento de culpa y la falta de entusiasmo debilitan nuestro deleite de la vida.

La satisfacción se halla en una vida que refleje las prioridades de Dios —y pasar tiempo con Él es lo primero. Al leer su Palabra, nos volvemos conscientes del gran amor del Padre, aprendemos lo que Él considera importante y experimentamos el gozo de pertenecer al Señor.

Thursday, November 30, 2017

Cristo: La fuente de paz | Dr. Charles Stanley | 11/30/17

Colosenses 1.15-20

Antes de conocer a Jesucristo, nuestra vida estaba llena de maldad e incredulidad (Ro 1.18; 2.5, 8). Al igual que nuestro mundo lleno de contienda, clamábamos por paz y tratábamos de encontrarla, pero nuestros esfuerzos fracasaban.

Cuando pusimos la fe en el Salvador, todo eso cambió. Fuimos rescatados del dominio de las tinieblas y trasladados al reino de Cristo (Col 1.13). Cada uno de nuestros pecados —pasados, presentes y futuros— fue perdonado. La justicia divina fue satisfecha por el sacrificio de Cristo, y la ira de Dios sobre nosotros fue quitada. Nos convertimos en nueva creación, lavados por la sangre del Señor Jesús (2 Co 5.17).

Ahora que el poder del pecado sobre nosotros ha sido roto, podemos vivir en armonía con Dios. Él envió al Espíritu Santo para que sea nuestro guía, ayudándonos a experimentar la paz de Cristo (Ro 8.6). También podemos esperar la eternidad en el cielo, donde abundan la justicia, la paz y el gozo (Ro 14.17).

La historia del regreso del hijo pródigo es una ilustración de nuestra reconciliación con el Señor (Lc 15.11-32). El hijo había decidido dejar a su padre, para vivir agradándose a sí mismo. Arrepentido, regresó finalmente al hogar; su padre lo recibió con gozo y lo perdonó, y hubo armonía entre ellos. Dios ha hecho todo esto por nosotros.

Nuestra unidad con el Padre celestial tuvo un gran precio: el sacrificio de su Hijo unigénito. Cristo dio su vida por nosotros, para que pudiéramos ser reconciliados con Dios (Col 1.20). La vida cristiana debe dar testimonio de que el Señor Jesús es la fuente de nuestra paz.