Filipenses 4.11-13
Dios nos ha dado muchas cosas para que las disfrutemos. Pero, con frecuencia, vivimos llenos de agitación en vez de satisfacción. Cuatro prácticas que generan insatisfacción son:
1. El ajetreo. Vivimos corriendo de una actividad a otra. Jesús no se apresuraba por nada, y aun así realizó lo que su Padre le mandó a hacer. Ni una sola vez dijo a sus discípulos que anduvieran más rápido. Incluso, elogió a María por haber decidido pasar tiempo con Él (Lc 10.39, 42).
2. La perspectiva terrenal. Muy a menudo, vivimos enfocados en nuestras circunstancias. Nuestras mentes piensan en las actividades de la semana, del mes o del año próximo. Con razón, el deleite de la vida sigue siendo escurridizo. La solución es tener una perspectiva eterna que reconozca que Dios tiene el control y que nuestro objetivo es complacerlo.
3. La presión autoimpuesta. Todos hemos experimentado las cargas inevitables de las responsabilidades. Pero nos imponemos presiones innecesarias cuando dejamos que el “tienes que” y el “debes” nos gobiernen. El remedio es acudir a Dios, reconocer el derecho que Él tiene de decirnos lo que debemos hacer y pedirle que nos indique su plan.
4. Actitudes poco saludables. El perfeccionismo, el sentimiento de culpa y la falta de entusiasmo debilitan nuestro deleite de la vida.
La satisfacción se halla en una vida que refleje las prioridades de Dios —y pasar tiempo con Él es lo primero. Al leer su Palabra, nos volvemos conscientes del gran amor del Padre, aprendemos lo que Él considera importante y experimentamos el gozo de pertenecer al Señor.
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