OPORTUNIDADES ORDINARIAS Marzo
19
Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas
Iscariote hijo de Simón que lo entregara, sabiendo Jesús que el Padre le había
dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios y a Dios iba, se
levantó de la cena, se quitó su manto y, tomando una toalla, se la ciñó. Juan 13.2–4
Creo que todos nosotros tenemos algo de heroico en nuestro
ser. En situaciones de crisis o de extrema necesidad, salimos al frente y servimos
a nuestro prójimo. Recuerdo una situación personal, en la cual tuve que salir
con una fuerte tormenta a buscar un medicamento para una persona que lo
necesitaba con urgencia. Tomando mi bicicleta, pedaleé unos kilómetros bajo la
lluvia torrencial para adquirir el medicamento necesario. ¡Encontramos en este
tipo de situaciones hasta ciertos matices románticos!
Nuestra vocación de siervos cambia, sin embargo, cuando
estamos dentro de una escena netamente doméstica. Allí, nadie nos va a
aplaudir, ni vamos a ser vitoreados por nuestros actos de servicio. Lo que
hacemos simplemente forma parte del quehacer de todos los días. Es precisamente
por la ausencia de alguna recompensa que nos cuesta tanto servir a los demás.
Cristo se levantó durante la cena. Seguramente todos los
discípulos habían notado que nadie les había lavado los pies cuando llegaron a
la casa. Quizás se sentirían sucios e incómodos con los pies llenos de polvo y
sudor. El Hijo de Dios fue el único que hizo algo al respecto.
En nuestra cultura latinoamericana, ¡cuán importante es
para nosotros el momento en que nos sentamos a comer! Una vez que nos
acomodamos en la mesa, ninguno quiere levantarse para buscar la sal, o traer
algún otro elemento que falte en la mesa. Preferimos comer sin sal, ¡que
levantarnos a buscar el salero!
El hogar, no obstante, ofrece las mejores oportunidades
para servir. Abundan a cada instante. Y no solamente esto, sino que también es
el lugar donde más podemos aprender acerca de lo que significa ser un siervo.
Dentro del ambiente del hogar nadie nos va a dar una medalla por servir a
nuestra familia. Tendremos que aprender lo que es servir, en situaciones donde
el agradecimiento de los demás está implícito, pues no se expresa. Deberemos
escoger el servicio cuando francamente nos gustaría más descansar o estar
haciendo algo diferente. Tendremos también que aprender a ver las necesidades
de los demás, sin que se nos pida que sirvamos.
Los beneficios de servir en estas situaciones son
innumerables, y nuestro crecimiento personal será marcado a medida que
respondemos a estas oportunidades. En nuestra tarea de formar a otros,
tendremos también que mostrar el camino a transitar con nuestro propio ejemplo.
Seguramente muchos nos estarán observando en estas situaciones, que tan poco
«espirituales» nos parecen. Las más increíbles lecciones, sin embargo, pueden
ser enseñadas desde este lugar.
Para pensar:
«La medida de la
grandeza de una persona no está en el número de personas que lo sirven, si no
en el número de personas a quienes sirve». P. Moody.
Shaw, C. (2005). Alza tus ojos. San José, Costa Rica,
Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.
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