Enfrentado a la caída segura de su nación, el rey Josafat respondió con adoración. Lea su oración en el pasaje de hoy, y verá que es difícil separar la petición de la alabanza. Más allá de las expresiones de “aleluya” y “alabado sea el Señor”, su oración alaba la naturaleza de Dios y sus virtudes.
Además, el rey encabezó a la nación en la glorificación a Dios por su salvación en el pasado. Cuando los israelitas se enfocaron en el Señor (no en los ejércitos que venían) el pueblo recordó cómo Él había intervenido en el pasado. Esto fue exactamente lo que Dios les había dicho a los israelitas que hicieran: que instruyeran a sus hijos en sus caminos para que pudieran honrarlo cada día (Dt 6.7). Esto genera valentía y fortalece la fe.
La alabanza del pueblo preparó el camino para su total dependencia de Él. Las probabilidades de que el pequeño ejército israelita venciera a las fuerzas de tres enemigos eran escasas. Sin embargo, gracias a la disposición del pueblo a adorar pudieron reconocer su debilidad y esperar la intervención divina. Dios les dio una solución muy particular: no hacer nada; pero Israel estaba espiritualmente preparado para ir en contra de la razón humana y obedecer. A Dios le encanta que nos sujetemos a su misericordia, porque así su poder puede liberarse en toda su plenitud.
Dios también está dispuesto a darnos la victoria en tiempos de dificultad. La historia de los israelitas está escrita en su Palabra para que todos los creyentes puedan aplicar sus principios. Incline su corazón y su mente al Señor, y Dios ampliará su visión de quién es Él y de lo que puede hacer por usted.
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