Los escritores de los evangelios hablan de niños que venían a Jesús, dando la impresión de que los pequeños se sentían muy a gusto junto a Él (Mt 18.2, 3; 19.13, 14). Algunos, probablemente, se sentaban en sus piernas mientras que otros lo hacían a sus pies. Podemos imaginarlos haciéndole un montón de preguntas, rogándole que contara más parábolas y susurrándole secretos en el oído. No es de extrañar que se reunieran alrededor de Jesús; los niños, por lo general, pueden sentir cuando un adulto les ama profundamente.
Contrastemos esta naturaleza acogedora y amorosa del Salvador con la imagen que tienen algunos cristianos acerca Dios; lo ven como un tirano que los mueve por medio de la intimidación. Aunque es verdad que debemos obedecer los mandamientos del Señor, debemos también deleitarnos en Él, así como nos deleitamos con la compañía de un buen amigo.
¿Piensa usted que Dios en un amo severo que pone en una balanza sus buenas y sus malas acciones? Si es así, tendrá problemas para considerarlo un amigo. Los cristianos que tienen una visión de Dios como alguien duro, dedican mucho tiempo y energías pensando en si merecen la salvación. Cuánto mejor es tener una perspectiva bíblica correcta, es decir, que Dios es el soberano del universo el cual equilibra su autoridad con su amor.
Deleitarse en el Señor requiere que entendamos que nuestro Padre celestial nos ama profundamente. Él ve más allá de nuestras faltas y errores al hijo precioso que creó. De hecho, Él nos ama tanto que envió a Jesucristo para salvarnos y permitirnos estar con Él en el cielo por toda la eternidad. ¡No tenemos un amigo más grande!
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