1 Tesalonicenses 5.16-18
Muchos mandamientos divinos parecen perfectamente razonables. Con los Diez Mandamientos, por ejemplo, entendemos fácilmente por qué Dios prohíbe el adulterio, los ídolos y el asesinato. Pero, en otras partes, Él da instrucciones que no parecieran lógicas. Veamos por qué nos llama a la tarea, al parecer más allá de la razón, de dar gracias en todo.
La Biblia enseña claramente que dar gracias debe ser un estilo de vida, no algo accidental (Sal 92.1, 2; Fil 4.6, 7). El problema es que, con frecuencia, no nos sentimos agradecidos, particularmente cuando enfrentamos circunstancias dolorosas. En realidad, expresar gratitud por una mala noticia parece algo absurdo. Sin embargo, lo que parece lógico para la mente humana, no puede competir con el conocimiento de Dios en cuanto a lo que es mejor para sus hijos. Por eso, podremos ser felices solo si decidimos dar gracias por todo lo que Él envíe a nuestro camino o permita que suceda.
El Señor sabe que la gratitud afecta poderosamente al creyente. Las pruebas pueden dejarnos sintiéndonos aislados, pero dar gracias a Dios por su cuidado o provisión todo el tiempo, nos recuerda su presencia constante. Al reconocer que Él tiene el control, podemos someter nuestra voluntad a la suya. Aunque nuestras circunstancias puedan seguir siendo las mismas, nuestra actitud es transformada divinamente por medio de la confianza en el Señor.
Dios tiene un propósito para cada circunstancia que permite en nuestra vida, y la gratitud nos debe motivar a tratar de descubrir ese propósito. En el tiempo perfecto de Dios, el plan divino será revelado, y entonces podremos decir con corazón sincero: “¡Gracias, Señor!”
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