Tuesday, December 9, 2014

EL DERECHO A ENTRAR AL PARAISO | Dr. Charles Stanley

El derecho a entrar al paraíso

Si ponemos nuestra fe en el Señor Jesús como Salvador, el castigo que merecemos por nuestro pecado es pagado.

Leer | Apocalipsis 21.22—22.7

9 de diciembre de 2014

La muerte es inevitable. El ladrón en la cruz sabía cuándo ocurriría la suya, pero la mayoría de nosotros no podemos predecir la nuestra. Después de su muerte, el criminal crucificado fue a vivir en el paraíso con el Señor. De la misma manera, habrá quienes vivirán eternamente en la presencia de Dios, y quienes sufrirán el tormento eterno, separados de Él por toda la eternidad.

Si ponemos nuestra fe en el Señor Jesús como Salvador, el castigo que merecemos por nuestro pecado es pagado, somos adoptados en la familia de Dios, y el cielo es nuestro hogar eterno. Pero si rechazamos al Señor Jesús, nos mantenemos alejados de Dios y bajo condenación por nuestro pecado, destinados a enfrentar la condenación eterna. Dios no prestará oídos a ninguna excusa, porque no hay ninguna defensa aceptable por la incredulidad (Hch 4.12).

Únase a la familia de Dios, hoy mismo. Reconozca su pecaminosidad y declare su fe orando de la siguiente manera: “Señor, he pecado contra ti; he seguido mi propia voluntad, y he rehusado darte el derecho de gobernar mi vida (Ro 3.10-12, 23). Reconozco que estoy separado de ti, y que no puedo salvarme a mí mismo. Creo que Jesucristo es tu Hijo. Acepto que su muerte en la cruz pagó toda mi deuda de pecado, y te pido que me perdones (1 Co 15. 3, 41 Jn 1.9). Por fe, recibo al Señor Jesús como mi Salvador personal en este momento”. Si usted hizo esta oración a Dios, entonces, al igual que el ladrón en la cruz, ha recibido la salvación, un regalo de la gracia de Dios.

¡Gracias al Señor Jesús, el derecho a entrar en el paraíso le pertenece ahora!

Monday, December 8, 2014

CÓMO ENFRENTAR LA MUERTE | Dr. Charles Stanley

Cómo enfrentar la muerte

Cada uno de nosotros está apenas a un paso de la muerte.

Leer | Lucas 23.32-43

8 de diciembre de 2014

El ladrón en la cruz —condenado por Dios y por el hombre— estaba a pocas horas de la muerte. Pero antes de dar su último suspiro, ocurrió algo absolutamente maravilloso. El criminal, que estaba a punto de morir, fue salvado por Jesús frente a la multitud. El nombre del ladrón fue escrito en el libro de la vida del Cordero, y el Señor le prometió un lugar en el paraíso en la presencia de Dios.

En esas tres cruces del Calvario, un ladrón murió en su pecado; otro hombre —el Hijo del Hombre— murió para pagar el castigo por el pecado; y el tercero, un ladrón al igual que el primero, fue redimido del pecado. Su deuda de pecado fue pagada en su totalidad, y se convirtió en parte de la familia de Dios. ¿Qué evidencias tenemos de su conversión?

• Tuvo un cambio de conducta. Al comienzo, ambos ladrones lanzaron insultos y blasfemias contra Jesús (Mt 27.44). En un cambio total de posición, el segundo ladrón reprendió luego al primero por sus palabras (Lc 23.40).

• Reconoció su culpa. El ladrón reconoció públicamente que estaba siendo castigado justamente por sus delitos (v. 41).

• Expresó fe en el Señor. El hombre llamó por nombre a Jesús, reconociendo que Él era un rey con un reino, creyó que había vida después de la muerte, y pidió al Salvador que lo salvara (v. 42).

• La promesa de Jesús al ladrón. El Señor le dijo: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (v. 43).

Cada uno de nosotros está apenas a un paso de la muerte. Que esta solemne toma de conciencia le mueva a examinar su vida. ¿Es usted parte de la familia de Dios? ¿Vive para agradar al Señor?

 

Saturday, December 6, 2014

LA ORACIÓN EN EL ESPÍRITU | Dr. Charles Stanley

La oración en el Espíritu

La oración del creyente no es simplemente unas palabras dichas al vacío.

Leer | Romanos 8.26, 27

6 de diciembre de 2014

Estoy convencido de que si los cristianos entendieran realmente lo que tiene lugar durante la oración, clamarían al Señor con más frecuencia y tendrían mejores resultados. La oración del creyente no es simplemente unas palabras dichas al vacío; el Espíritu Santo está con nosotros para guiarnos cuando presentamos nuestras peticiones al Señor.

El Espíritu Santo es parte de la Trinidad, por lo que conoce la mente del Padre íntimamente (1 Co 2.11). Puesto que Él, al igual que el Padre, es omnisciente y omnipotente, entiende perfectamente la circunstancia por la que estamos orando —incluso las partes que no vemos o que son totalmente confusas para nosotros. Asimismo, el Espíritu habita en cada creyente y conoce la mente y el corazón de cada uno de ellos. Con este conocimiento total, el Espíritu Santo lleva a cabo su responsabilidad de hacer que nuestras peticiones se ajusten a los deseos de Dios. A tal efecto, Él habla en nuestro espíritu y abre nuestra mente para que entendamos las Sagradas Escrituras.

El hecho de que Dios da su Espíritu a todos los creyentes, revela el valor que le da a la comunicación entre Él y sus hijos. Nuestro Padre nos da el mejor Ayudador posible para asegurarse de que podamos convertirnos en gigantes de la oración.

Por tanto, los cristianos jamás deberíamos tener sentimientos de culpa por no estar seguros de cómo orar. El Espíritu Santo que mora en nosotros conoce nuestras necesidades y nuestros deseos —como también la mente del Padre y los detalles de cada situación. Él habla a Dios a nuestro favor, y al mismo tiempo nos enseña a orar conforme a la voluntad del Padre.

 

Friday, December 5, 2014

NUESTRO AYUDADOR EN LA ORACIÓN | Dr. Charles Stanley

Nuestro Ayudador en la oración

El Espíritu Santo entiende nuestras necesidades y nuestras cargas. 

Leer | Romanos 8.26, 27

5 de diciembre de 2014

Los cristianos necesitamos la ayuda del Espíritu Santo en la oración. Algunas veces, en nuestra peregrinación de fe, nos damos cuenta de que no podemos . . .

  • Encontrar las palabras adecuadas 
  • Discernir la voluntad de Dios 
  • Reconocer lo que Él está haciendo, o 
  • Entender una situación. 

Los tiempos de lucha en oración son normales para los creyentes. Por eso, echemos un vistazo a dos ejemplos bíblicos de la oración en situaciones difíciles.

Primero, notemos que en la lectura de hoy, el apóstol Pablo reconoce su débil vida de oración. Su muy conocida petición era que Dios quitara un aguijón que había en su carne (2 Co 12.7). Pablo rogó con desesperación —y probablemente con gran esfuerzo— tener alivio. Pero con la ayuda del Espíritu Santo, llegó a entender la decisión del Señor de que soportara con paciencia, a pesar del dolor.

Un segundo ejemplo es la angustiosa oración de Jesucristo la noche antes de su crucifixión. Aunque estaba determinado a hacer la voluntad de su Padre, lo aterrorizaba el monstruoso sufrimiento espiritual que se aproximaba. Al clamar a Dios desde el Getsemaní, el Salvador dijo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mt 26.39).

Dios sabía que necesitaríamos ayuda en la oración. Con nuestra limitada perspectiva humana, no podemos conocer todos los aspectos de las situaciones que enfrentamos. Pero el Espíritu Santo entiende nuestras necesidades y nuestras cargas. Él lleva nuestras peticiones a Dios, aun cuando no podamos expresarlas adecuadamente.

 

Thursday, December 4, 2014

UN RENOVADOR ENCUENTRO CON DIOS | Dr. Charles Stanley

Un renovador encuentro con Dios

¿Está usted pasando tiempo con el Señor, orando y leyendo su Palabra? 

Leer | Isaías 6.1-9

4 de diciembre de 2014

Vivimos en tiempos llenos de actividades. Para muchos cristianos —es triste decirlo— la iglesia es un asunto más en su lista de cosas por hacer, y piensan que asistir a un servicio cumple con su “deber espiritual”. El resultado es que Dios les parece distante, por lo que no sienten ningún entusiasmo por la obra, y les falta compasión por los perdidos. A tales creyentes les resulta fácil comenzar a actuar de manera mundana.

Pero el Padre celestial desea tener una relación estrecha con sus hijos. Como en los tiempos de la Biblia, Él sigue teniendo encuentros personales con su pueblo —a veces para consolar o alentar, y en otros momentos para guiar o traer convicción de pecado.

En el pasaje de hoy, el profeta Isaías escribió de un encuentro que tuvo con el Señor. Su reacción ante la santidad de la presencia de Dios fue el profundo reconocimiento de su propio pecado: “¡Ay de mí! . . . porque siendo hombre inmundo de labios . . . han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (v. 5).

Tal como lo experimentó el profeta, cuando Dios nos revela su presencia, somos propensos a ser abrumados por un temor reverente y por la sensación de nuestra indignidad. Pero después, si respondemos con arrepentimiento y obediencia, sabremos que nuestros pecados han sido perdonados (v. 7).

¿Está usted pasando tiempo con el Señor, orando y leyendo su Palabra?

Pídale a Dios un encuentro personal con Él. Pase tiempo alabándolo, confesando sus pecados, y rindiendo a Él todos los aspectos de su vida. Y después, esté atento, con confianza, a lo que Él hará.

 

 

Wednesday, December 3, 2014

EL ANCLA EN LA TEMPESTAD | Dr. Charles Stanley

Un ancla en la tempestad

¿Qué hace usted cuando vienen las tormentas de la vida?

Leer | Hebreos 13.5-9

3 de diciembre de 2014

¿Qué hace usted cuando vienen las tormentas de la vida? ¿A quién acude? ¿Dónde busca alivio y seguridad?

Todos tenemos conciencia de que estamos sujetos a tormentas, sin previo aviso, a lo largo de la vida. Sin embargo, aun cuando los problemas nos hagan tambalear, la Palabra de Dios nos asegura que podemos mantener un asidero firme, sin importar las circunstancias.

Hay una verdad maravillosa en la Biblia que, una vez que usted se aferre a ella, le mantendrá firme durante las situaciones más angustiosas. Esa ancla para las tormentas de la vida es Jesucristo, aquel que nunca cambia.

Usted podría preguntarse: ¿Qué quiere decir ancla? Piénselo de esta manera: Todas las cosas que hay en su vida —profesión, relaciones, finanzas— están sometidas a cambios constantes. De hecho, usted está creciendo, aprendiendo y cambiando cada día. No hay nada que alguien pueda hacer para detener este cambio continuo. Por eso, si tratamos de aferrarnos a cosas como el dinero, los amigos, el trabajo o el prestigio durante tiempos de dificultad, no podremos evitar ser tambaleados de un lado a otro. ¿Por qué razón? Porque nos hemos aferrado a un fundamento que no es estable.

En cambio, cuando fijamos nuestras esperanzas en Cristo, podemos estar seguros de que el ancla se sostendrá. Él no se mueve, no cambia y no nos deja. No importa que todas las cosas de la vida puedan transformarse y cambiar, Él es el mismo de siempre. Jesús es el único asidero seguro en un mundo inestable, el cual también tiene el poder de mantenerle a usted estable.

 

Tuesday, December 2, 2014

LA GUÍA DE DIOS PARA LAS TORMENTAS DE LA VIDA | Dr. Charles Stanley

La guía de Dios para las tormentas de la vida

La soberanía y la presencia protectora de Jesús llevaron a los discípulos a adorarle como el Hijo de Dios.

Leer | Isaías 43.1-3

2 de diciembre de 2014

Las tormentas de la vida pueden hacernos sentir que hemos quedado a la deriva, e inseguros en cuanto a hacia dónde nos dirigimos. Los discípulos sabían que estaban en el Mar de Galilea, que se dirigían a Genesaret, pero en medio del violento vendaval no podían determinar su dirección o la distancia de la costa. La tormenta oscurecía las luces del cielo que les servían de guía, y al mismo tiempo atacaba sus sentidos. ¿Alguna vez se ha sentido usted así? 

La soberanía de Jesús. El Señor demostró que controlaba totalmente la naturaleza y la vida de sus seguidores. No hay un solo momento en que no tenga el control absoluto de nuestras tormentas. Jesús sabe exactamente dónde estamos, hacia dónde nos dirigimos, y qué tan fiera es la tormenta. Recuerde que Aquel que murió en nuestro lugar por amor, es Aquel que tiene al futuro en sus manos —y que también nos tiene a nosotros.

El poder protector de Jesús. El poder de Cristo para proteger fue evidente en esa tempestad. Estuvo pendiente de los discípulos que estaban en la barca, y cuidó también de Pedro sobre las aguas. Pero preste atención a una lección de vital importancia: Él permitió que Pedro se hundiera lo suficiente para que reconociera su propia impotencia, de modo que se volviera al Señor para que lo salvara. Nos beneficia recordar que estamos absolutamente indefensos sin Jesús, y que debemos acudir a Él rápidamente.

La soberanía y la presencia protectora de Jesús llevaron a los discípulos a adorarle como el Hijo de Dios. ¿Están sus labios desbordando alabanza al Señor por su protección y su presencia?