A PESAR NUESTRO Abril 10
Entonces clamaron a Jehová y dijeron: «Te rogamos ahora, Jehová, que no
perezcamos nosotros por la vida de este hombre, ni nos hagas responsables de la
sangre de un inocente; porque tú, Jehová, has obrado como has querido». Tomaron
luego a Jonás y lo echaron al mar; y se aquietó el furor del mar. Sintieron
aquellos hombres gran temor por Jehová, le ofrecieron un sacrificio y le
hicieron votos. Jonás
1.14–16
Hemos estado mirando la vida de este siervo involuntario
del Señor, Jonás. Su vida como profeta no comenzó con el aire romántico que a
veces queremos atribuirle a los que sirven a Dios. No le gustó la misión que se
le había dado; creyó estar a salvo huyendo de su presencia y, cuando todo
estaba perdido, decidió echarse al mar para acabar de una buena vez con el
asunto. No tenemos en este cuadro la imagen de un líder consagrado e
inspirador, cuya vida ejemplifica la calidad de servicio que queremos que
nuestra gente imite.
Lo increíble de este relato es que Dios usó a este hombre
a pesar de sus actitudes y comportamientos. En el pasaje de hoy notamos dos
resultados de la crisis de Jonás. En primer lugar, los marineros reconocían que
Jehová había hecho como él quería. No es poca cosa este descubrimiento. Existe
una declaración implícita de la soberanía de Dios sobre todo, hallazgo que es
indispensable para dar el paso de someterse a sus designios.
En segundo lugar, al echar al mar a Jonás, vieron que las
palabras del «profeta» habían sido acertadas: las aguas inmediatamente se
aplacaron y sobrevino una gran calma sobre la castigada embarcación de los
marineros. Este acontecimiento llevó a que aquellos hombres temieran a Jehová,
le ofrecieran sacrificios, e hicieran votos. Somos testigos, entonces, de la
conversión de estos hombres paganos, que han comprobado que la manifestación de
poder de Jehová es superior a la de cualquier dios que jamás hayan conocido.
El incidente debe animar el corazón de todos los que
estamos sirviendo al pueblo de Dios en diferentes ministerios. La lección es
clara. El Señor se ha propuesto bendecir a los que él desea. Nosotros somos
invitados a colaborar con este proyecto celestial y muchas veces nos es
concedido el privilegio de ser sus instrumentos. Lo que es especialmente digno
de notar, sin embargo, es que el Señor a veces bendice ¡a pesar de nuestros
esfuerzos! Cometemos errores, desobedecemos, a veces hacemos las cosas de mala
gana; a pesar de todo esto su gracia se derrama y el pueblo es bendecido de
todas maneras.
¿Cómo no agradecerle esta sobreabundante manifestación de
gracia? No es para que digamos: «la verdad, no importa cómo hagamos las cosas
porque igualmente él va a lograr su cometido». De ninguna manera, pues es esta
la más pobre manifestación de servicio. Hemos sido llamados a la excelencia y a
eso debemos aspirar. No obstante, nos alivia el corazón saber que nuestras
debilidades y flaquezas están cubiertas por su gracia. ¡Bendito sea su nombre!
Para pensar:
«No puedes ser
demasiado activo en lo que a tus propios esfuerzos respecta; no puedes ser
demasiado dependiente en lo que a gracia divina respecta. Haz todas las cosas
como si Dios no hiciera nada; depende del Señor como si él lo hiciera todo». J.
A. James.
Shaw, C. (2005). Alza tus ojos. San José, Costa Rica,
Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.
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