El poder de la paz del Señor es suficiente para sacarnos a flote de cualquier cosa.
Leer | Juan 14.27
17 de octubre de 2014
El conflicto es parte de la vida de toda persona. Un problema generalizado hoy es que la mayoría de las personas no saben cómo lidiar con los conflictos, ni tienen claro cuál es la fuente de la paz verdadera. Vemos los problemas que nos rodean, pero a menudo decidimos ignorarlos. Parece ser que la mayoría de las personas tienen el objetivo común de evitar el conflicto a toda costa.
La gente tiende a definir la paz como la ausencia de hostilidad y ansiedad, pero el término bíblico se refiere, en realidad, a algo mucho más amplio. La palabra griega eirene significa “unir”. Por tanto, en el versículo de hoy, paz tiene el sentido de unidad o libertad plena interior, que da estabilidad al andar de una persona, no importa lo que esté pasando en su vida. Jesús habló, no del tipo de paz que viene hoy y se va mañana, sino de una paz permanente e invencible.
La clave para tener una paz permanente se encuentra en una relación. Si usted quiere tener una paz sólida, necesita cultivar una relación con Jesucristo. Nosotros, también, podemos disfrutar de la unidad que Él y el Padre celestial tuvieron. Cuando el Señor dice: “Mi paz os doy”, no quiere decir que da esa paz como un préstamo. Su paz es un regalo, a disposición de cada uno de sus hijos.
Si centramos nuestra atención en el Hijo de Dios, Él nos dará una paz perfecta (Is 26.3). Eso no quiere decir que seremos inmunes a las preocupaciones o problemas que nos hagan perder el equilibrio. Pero el poder de la paz del Señor es suficiente para sacarnos a flote de cualquier cosa que Él permita que experimentemos.
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