El Dios que nos consuela
Aunque tenemos tiempos de alegría, todos experimentamos dificultades y adversidades en la vida.
Leer | 2 Corintios 1.3-7
27 de diciembre de 2014
Aunque tenemos tiempos de alegría, todos experimentamos dificultades y adversidades en la vida. A veces, podemos llegar a preguntarnos si el Señor nos entiende o nos presta atención. La verdad es que sí nos entiende, y que sí se preocupa, al punto que envió a su único Hijo para rescatarnos de nuestro pecado. Pero además, nos ama y nos consuela cuando sufrimos.
Si usted busca la palabra consolaciónen el diccionario, con toda seguridad encontrará una definición. Sin embargo, vea Juan 14.16, y descubrirá un significado totalmente diferente. En este versículo, Jesús define el trabajo y el ministerio del Espíritu Santo, y lo llama “el Consolador”. Esa palabra significa “el que viene a estar a nuestro lado —el que viene en nuestra ayuda”.
Dado que los creyentes tenemos al Consolador en nuestro interior, no hay necesidad de buscar consuelo en nada más. No tenemos que acudir a la bebida, a las drogas, al entretenimiento, al sexo, a los viajes, ni a otras distracciones y placeres para escapar de nuestras pruebas y sufrimientos. Tenemos morando en nosotros la fuente de toda consolación, el Espíritu Santo.
Esto significa que cuando nos sintamos afligidos o incapaces de seguir adelante, podremos esperar un pequeño susurro inaudible que nos aliente, diciendo: “Si podrás, porque yo estoy aquí”. Si usted discierne la consolación del Espíritu Santo de Dios —Aquel que está con usted, no importa qué tristeza o dificultad esté enfrentando— eso vale más que cualquier cosa que este mundo pueda ofrecer.
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