El compromiso de obedecer
Cuando obedecemos, las consecuencias pueden variar, pero hay algo que nunca cambia: la obediencia glorifica a nuestro Padre celestial.
Leer | Daniel 1.9-21
25 de marzo de 2015
Hace algunos años, me comprometí a obedecer al Señor sin importar el costo. Como todo el mundo, he cometido errores, pero mi determinación de obedecer a Cristo nunca ha cambiado.
Todos enfrentaremos momentos en los que habrá un conflicto entre las cosas de Dios, y las que otros pedirán de nosotros. Tal vez el jefe nos diga que demos una información falsa a los clientes en cuanto a un producto de la compañía. O un amigo pueda presionarnos para que participemos con él en algo incorrecto. O algún miembro de la familia pueda pedirnos que mintamos para protegerle. Negarnos a esas cosas puede ocasionarnos alguna pérdida, el rechazo o incluso el fin de una relación. Pero, por el otro lado, aceptarlas puede dañar nuestro testimonio.
Daniel experimentó ese dilema. Él y sus tres amigos tenían la opción de comer lo prohibido para no enfrentar la ira del rey, la prisión o incluso la muerte. Sin embargo, Daniel demostró gran valentía cuando propuso un plan diferente (Dn 1.12). Sus palabras y sus acciones demostraron su fidelidad al Señor.
El Señor premió a Daniel y sus amigos por su fe y su compromiso (v. 17). A pesar de sus circunstancias adversas, los cuatro hombres tuvieron confianza en la soberana protección del Señor.
La decisión de Daniel dio como resultado el favor del rey. La obediencia del Señor Jesús lo llevó a la cruz y a la glorificación. La confianza de Pablo en Cristo redundó en dificultades. Cuando obedecemos, las consecuencias pueden variar, pero hay algo que nunca cambia: la obediencia glorifica a nuestro Padre celestial, y eso le agrada.
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