Tuesday, March 31, 2015

LA NECESIDAD DE UN SACRIFICIO | Dr. Charles Stanley

Ahora, en vez de llevar un cordero al altar, descansamos en el Cordero de Dios.

Leer | Levítico 17.11

31 de marzo de 2015

Si usted alguna vez trató de leer toda la Biblia, probablemente tuvo la misma reacción de muchos cristianos cuando llegan al libro de Levítico: ¿Qué significan todos esos sacrificios de animales? ¿Imagina lo que era tener que traer un cordero para degollarlo cada vez que quería confesar un pecado?

Tendemos a reflexionar en todos esos sangrientos sacrificios, y pensamos: ¡Qué bueno que eso no tiene que ver conmigo! Pero si pasamos demasiado rápido por encima de ellos, no veremos lo que le costó al Salvador nuestra salvación. Es que Él fue nuestro sacrificio de sangre. La redención no se habría llevado a cabo si Él hubiera muerto por nosotros mientras dormía, porque “sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (He 9.22).

Los israelitas tenían el recordatorio constante del costo del pecado. Pero hoy, puesto que no hemos tenido la experiencia de sacrificar a miles de animales, normalmente tomamos nuestra salvación a la ligera, sin darnos cuenta de lo que ella requirió. Los azotes y la crucifixión de Cristo fueron una escena sangrienta y desgarradora. Su horror debe movernos a la gratitud por lo que Él hizo para comprar nuestra salvación. Sin el derramamiento de su sangre, nuestro destino serían el infierno y la separación eterna de Dios.

Ahora, en vez de llevar un cordero al altar, descansamos en el Cordero de Dios, quien se ofreció como sacrificio por nuestras transgresiones. Su sangre lavó nuestros pecados para que podamos estar un día en el cielo, cantando alabanzas al Cordero que nos compró con su sangre (Ap 5. 9, 10).

 

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