El poder de la gracia
La misma gracia que nos salvó está disponible en cada paso de nuestra peregrinación de fe.
Leer | 1 Timoteo 2.1-6
13 de marzo de 2015
Uno de los aspectos del amor de Dios que más nos enseña humildad es su deseo de que todos le conozcamos de una manera personal.
Es lamentable que tantas personas lo ignoren y prefieran dedicar más atención a los amigos, familiares, entretenimientos, deportes, trabajos, etc. Pero la buena noticia es que, no importa cuán distanciados de Él hayamos estado hasta ahora, la puerta sigue abierta para tener una relación con el Padre celestial.
Primera a Timoteo 2.4 dice que Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”. Notemos que el autor no dice que Dios quiere que “algunos” o cierto número de ellos le conozcan. El Señor quiere que todos los habitantes de la Tierra sean salvos. Su deseo es que ninguno perezca; antes bien, Él anhela que toda la humanidad le conozca (2 P 3.9). Y eso lo incluye a usted.
Los incrédulos miran algunas veces sus pecados, y dan por sentado que no hay manera alguna de que Dios les perdone. Pero en el momento que una persona está dispuesta a reconocer su pecado, el Señor está allí para aceptar al pecador como su hijo. No importa lo que usted haya hecho, a quien haya causado daño, o la clase de vida que haya tenido, Dios está listo y dispuesto a perdonarle.
Incluso para quienes hemos sido cristianos desde hace largo tiempo, es una lección de humildad reflexionar en la bondad de Dios. La misma gracia que nos salvó está disponible en cada paso de nuestra peregrinación de fe. Por eso, cada día, podemos seguir adelante con la certeza de que ningún pecado podrá apartarnos del amor de Dios.
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