Observe cómo Dios aquietará su espíritu y le dará confianza cuando dependa de Él solamente.
Leer | Jeremías 2.13
29 de junio de 2015
Para quienes creemos en Jesús, el contentamiento debe estar gobernado por una actitud interior y por las decisiones que tomemos, no por las circunstancias externas. Pablo lo había aprendido, y por eso era capaz de tener gozo y paz en cualquier tipo de situación —tanto si estaba rodeado de amigos o aislado en una prisión romana; tanto en abundancia como en gran necesidad.
El apóstol entendía lo que significaba vivir en Cristo, y tener a Cristo viviendo en él (Jn 15.1-9; Gá 5.22, 23). Había tomado la sencilla pero profunda decisión de hacer depender su vida del Señor; como resultado, tenía la tranquila seguridad de que lo que poseía en su interior nunca podría serle robado. Estaba confiado en su identidad como hijo de Dios, con pleno acceso a la vida abundante que Jesús ofrece.
Quiero invitarle esta semana —cuando algo amenace con robarle su contentamiento— que elija depender de Dios; decida dejar de depender de otras fuentes y de tratar de tener el control. Cuando se dé cuenta de que algo le está poniendo nervioso, ansioso o enojado, diga: “Señor, tú eres mi fuente, y dependo de ti para ser amable. Dependo de ti para que me des el perdón que necesito brindar en este momento. Dependo de ti para el amor que necesito expresar”. Esta decisión es un asunto de sencilla confianza.
Observe cómo Dios aquietará su espíritu y le dará confianza cuando dependa de Él solamente. Le sorprenderá su propia actitud; cuando su respuesta sea interna —no superficial— el Señor Jesús le dará la capacidad para responder como Él lo haría.
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