La santidad de Dios es tan magnífica que hace que las personas respondan de diversas maneras.
Leer | Isaías 6.1-8
7 de octubre de 2015
Una puesta de sol impresionante, un arcoíris, las primeras flores de la primavera, y muchas otras manifestaciones de la naturaleza provocarán reacciones fuertes. De manera similar, la santidad de Dios es tan magnífica que hace que las personas respondan de diversas maneras.
Isaías tuvo una visión de la pureza moral y la santidad del Señor. Cuando vio a Dios sentado en un trono en todo su glorioso esplendor, el profeta exclamó: “¡Ay de mí, que soy muerto!” (Isaías 6.5). Un destello de la perfección divina hizo que Isaías reconociera su propia condición de pecado y la santidad de Dios. Pedro tuvo una reacción similar cuando estuvo en la presencia del Salvador. Después de que el Señor llenó milagrosamente las redes de pesca, el discípulo cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: “Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (Lc 5.8). Sin embargo, los líderes religiosos de esa época tuvieron una actitud diferente. Cuanto más escuchaban la predicación de Jesús y veían su obra, más furiosos se volvían.
Somos embajadores de Cristo en un mundo que sufre, y debemos demostrar amor por los demás. Pero, a veces, quienes no están morando en Cristo experimentarán lo que llamo “calor santo”. Las personas que han rechazado a Jesús pueden actuar como si estuviéramos tratando de forzarlos a creer en Él. Y los cristianos que viven en rebeldía contra Dios pueden llegar a sentirse incómodos en compañía de quienes permanecen en Jesús; incluso, pueden ignorar el consejo de creyentes que les han amado y aconsejado durante años.
Dios quiere que vivamos nuestra fe en amor, a pesar de las reacciones de los demás. ¿Está presente su fe en cada aspecto de su vida?
Biblia en un año: Mateo 13-15
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