La Biblia contiene dos clases de promesas divinas: las incondicionales y las condicionales. Una promesa incondicional es aquella cuyo cumplimiento le incumbe solamente al Señor; su compromiso no está sujeto a las personas ni a las situaciones. Un ejemplo sería la garantía de Dios de no enviar jamás otro diluvio para destruir toda la Tierra (Gn 9.11). No importa cómo proceda el mundo, Él no tomará de nuevo esta acción.
La segunda clase de promesas divinas es la condicional. En otras palabras, el Señor está dispuesto a actuar bajo ciertas circunstancias. Es, por lo general, una declaración de “si … entonces”, e implica nuestra participación. Veamos tres promesas condicionales que tienen que ver con la salvación, el perdón y la sabiduría.
Romanos 10.9 nos dice que la promesa de salvación es para quienes confiesen con su boca y crean en su corazón que Jesús es el Señor.
Si venimos al Señor con una sincera confesión de pecado, tenemos la garantía de la limpieza y el perdón divinos (1 Jn 1.9). El cumplimiento de esta promesa por el Señor depende de nuestra conducta obediente.
Santiago 1.5, 6 nos dice que pidamos a Dios sabiduría, sin dudar de que la recibiremos. Si nos acercamos al Señor con fe, Él nos dará entendimiento.
Dios hará exactamente lo que ha prometido. Pero Él exige nuestra obediente cooperación antes de cumplir sus promesas incondicionales. Para recibir la bendición, debemos satisfacer las condiciones que Él ha puesto. Si usted espera que el Señor cumpla su promesa, entonces cumpla con su parte.
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