El error más grande que la gente puede cometer es también el único que jamás podrá ser corregido, es decir, vivir sin Dios para luego morir y ver cara a cara al Salvador que rechazaron. La decisión de vivir negando quién es Jesucristo no cambia la realidad de lo que sucederá algún día. Dios ha hecho todo lo posible por poner su verdad en forma escrita y protegerla a través del tiempo, para que podamos pasar la eternidad con Él. Es una locura ignorar sus palabras.
Nicodemo, un fariseo y maestro, pudo haber cometido este error si hubiera seguido el pensamiento de sus colegas. Era miembro del sanedrín, el consejo de gobierno que trataba de discernir las falsas enseñanzas y asegurarse de que se cumpliera la ley de Dios. Al comprender que las señales que Jesús hacía estaban más allá de la capacidad de un simple hombre, Nicodemo vino por la noche para hacerle preguntas. El Señor simplemente le dijo: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Jn 3.3). Esto debió haber sido una sorpresa para el fariseo que había confiado en su religión y su moral.
¿Es usted como Nicodemo? En otras palabras, ¿el compararse con otros le hace sentirse como alguien bastante bueno? ¿Cree, como algunas personas, que las buenas obras y la conducta religiosa pueden ganarle un lugar en el cielo? No importa cuánto desee que esto sea cierto, la Biblia enseña que todos hemos venido al mundo con una naturaleza pecaminosa, y nuestro pecado nos ha separado de Dios. Ser bueno no cierra esa brecha ni cambia el hecho de que “la paga del pecado es muerte” (Ro 3.23; 6.23). Poner nuestra fe en el Señor Jesucristo es el único camino al cielo (Jn 14.6).
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