Si usted tuviera el poder de cambiar sus circunstancias, ¿lo haría? Puesto que nadie tiene una vida sin problemas, la mayoría de nosotros diría que sí. Sin embargo, la realidad es que debemos aprender a vivir con algunas de nuestras circunstancias difíciles, porque solo Dios tiene el poder de alterarlas, y en su providencia ha permitido que se mantengan.
Tomemos, por ejemplo, al apóstol Pablo. Tenía el deseo de ir a Roma para predicar el evangelio, pero no previó la manera que Dios usaría para llevarlo allá. Todo comenzó con acusaciones falsas contra él en Jerusalén, su apelación a César, un viaje por un mar embravecido, un naufragio, y además el tiempo que iba a estar preso en Roma. Probablemente, esto no era lo que Pablo había imaginado, pero mientras estaba encadenado a una guardia romano, escribió estas palabras a la iglesia en Filipos: “Las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio” (Fil 1.12). La misma circunstancia que pudo haberle parecido una desgracia, se convirtió en el medio para un servicio fructífero.
Lo que parece un naufragio o un desvío en nuestros planes, pudiera ser el sendero ordenado por Dios para nuestra vida, pero existe una certeza a la cual podemos aferrarnos: Jesucristo está con nosotros y nunca cambia.
Las condiciones a nuestro alrededor fluctuarán, pero si somos de Cristo, Él usará cada situación para hacer su voluntad en y a través de nosotros. Incluso cuando enfrentemos asuntos de vida o muerte, podemos desear lo mismo que Pablo: que Cristo sea exaltado en nosotros, ya sea por vida o por muerte.
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