La mayoría de nosotros hemos traído, en algún momento, nuestras súplicas al Señor Jesús con intensidad, pero no hemos visto los resultados deseados.
Leer | Romanos 12.10-13
21 de agosto de 2015
Como pastor, hablo con muchas personas sobre su vida espiritual. Por estas conversaciones, sé que la mayoría no están satisfechas con su vida de oración. Les falta esperanza y fe, y el tiempo con Dios les parece vacío. Esta es la razón por la que muchos cristianos oran tan poco y tan desapasionadamente.
Ayer comenzamos a ver los obstáculos para una vida vigorosa de oración. Veamos hoy un obstáculo más que bloquea la comunicación vibrante entre Dios y nosotros: La impaciencia.
La mayoría de nosotros hemos traído, en algún momento, nuestras súplicas al Señor Jesús con intensidad, pero no hemos visto los resultados deseados. Lamentablemente, los seres humanos somos, por naturaleza, de poco ánimo. Nos cansa pedir cuando lo único que percibimos es silencio. Recordemos, sin embargo, que Dios no es nuestro sirviente; Él no actúa en el instante preciso que lo llamamos. De hecho, si pudiéramos ver el panorama completo tal como Él lo ve, esperaríamos con gusto su plan y su momento.
En realidad, creo que somos bendecidos al no recibir todo lo que pedimos. Si estamos totalmente satisfechos con la presencia del Señor, nuestra relación con Él florece, aunque no recibamos todo lo que pidamos.
Si clamamos a Dios con empeño y nada cambia, es posible que con el tiempo se creen barreras; pero siga orando. Más allá de esta “pared”, usted sentirá la presencia de Dios, donde encontrará paz, gozo y destellos maravillosos de su gloria, independientemente de la respuesta que reciba.
La perseverancia en la oración
La mayoría de nosotros hemos traído, en algún momento, nuestras súplicas al Señor Jesús con intensidad, pero no hemos visto los resultados deseados.
Leer | Romanos 12.10-13
21 de agosto de 2015
Como pastor, hablo con muchas personas sobre su vida espiritual. Por estas conversaciones, sé que la mayoría no están satisfechas con su vida de oración. Les falta esperanza y fe, y el tiempo con Dios les parece vacío. Esta es la razón por la que muchos cristianos oran tan poco y tan desapasionadamente.
Ayer comenzamos a ver los obstáculos para una vida vigorosa de oración. Veamos hoy un obstáculo más que bloquea la comunicación vibrante entre Dios y nosotros: La impaciencia.
La mayoría de nosotros hemos traído, en algún momento, nuestras súplicas al Señor Jesús con intensidad, pero no hemos visto los resultados deseados. Lamentablemente, los seres humanos somos, por naturaleza, de poco ánimo. Nos cansa pedir cuando lo único que percibimos es silencio. Recordemos, sin embargo, que Dios no es nuestro sirviente; Él no actúa en el instante preciso que lo llamamos. De hecho, si pudiéramos ver el panorama completo tal como Él lo ve, esperaríamos con gusto su plan y su momento.
En realidad, creo que somos bendecidos al no recibir todo lo que pedimos. Si estamos totalmente satisfechos con la presencia del Señor, nuestra relación con Él florece, aunque no recibamos todo lo que pidamos.
Si clamamos a Dios con empeño y nada cambia, es posible que con el tiempo se creen barreras; pero siga orando. Más allá de esta “pared”, usted sentirá la presencia de Dios, donde encontrará paz, gozo y destellos maravillosos de su gloria, independientemente de la respuesta que reciba.21 de agosto de 2015
Como pastor, hablo con muchas personas sobre su vida espiritual. Por estas conversaciones, sé que la mayoría no están satisfechas con su vida de oración. Les falta esperanza y fe, y el tiempo con Dios les parece vacío. Esta es la razón por la que muchos cristianos oran tan poco y tan desapasionadamente.
Ayer comenzamos a ver los obstáculos para una vida vigorosa de oración. Veamos hoy un obstáculo más que bloquea la comunicación vibrante entre Dios y nosotros: La impaciencia.
La mayoría de nosotros hemos traído, en algún momento, nuestras súplicas al Señor Jesús con intensidad, pero no hemos visto los resultados deseados. Lamentablemente, los seres humanos somos, por naturaleza, de poco ánimo. Nos cansa pedir cuando lo único que percibimos es silencio. Recordemos, sin embargo, que Dios no es nuestro sirviente; Él no actúa en el instante preciso que lo llamamos. De hecho, si pudiéramos ver el panorama completo tal como Él lo ve, esperaríamos con gusto su plan y su momento.
En realidad, creo que somos bendecidos al no recibir todo lo que pedimos. Si estamos totalmente satisfechos con la presencia del Señor, nuestra relación con Él florece, aunque no recibamos todo lo que pidamos.
Si clamamos a Dios con empeño y nada cambia, es posible que con el tiempo se creen barreras; pero siga orando. Más allá de esta “pared”, usted sentirá la presencia de Dios, donde encontrará paz, gozo y destellos maravillosos de su gloria, independientemente de la respuesta que reciba.