Sin importar a lo que le tema, recuerde que Dios nunca le rechazará y desea darle respuesta a todas sus necesidades.
Leer | Mateo 6.25-34
7 de agosto de 2015
Todos sabemos que el temor produce ansiedad, y que tiene consecuencias. Aquí tenemos algunas maneras de cómo el temor crea caos en nuestra vida y afecta a quienes nos rodean.
El temor ahoga los pensamientos y las acciones. Crea indecisión que resulta en paralización. He conocido a personas talentosas que postergan las cosas indefinidamente para no arriesgarse al fracaso. Las oportunidades perdidas causan erosión de la autoestima.
El temor puede ser un estorbo para los planes que Dios tiene para sus hijos. Cuando somos dominados por las emociones negativas, no podemos lograr los propósitos que Él tiene en mente para nosotros. La falta de confianza en uno mismo obstaculiza la fe en lo que el Señor puede hacer por medio de nosotros.
El temor puede llevar a hábitos destructivos. Para insensibilizar el dolor de la angustia y el desasosiego, algunos recurren a las drogas y al alcohol.
El temor roba la paz y el contentamiento. Cuando estamos siempre con temor, nuestra vida se centra en el pesimismo y la tristeza.
El temor crea dudas. Dios promete una vida abundante, pero si nos rendimos a las cadenas del temor, lo más probable es que no vivamos en la abundancia que Él ofrece.
Sin importar a lo que le tema, recuerde que Dios nunca le rechazará y desea darle respuesta a todas sus necesidades. Él alimenta las aves del cielo y viste la hierba con el esplendor de los lirios. ¿Cuánto más, entonces, cuidará de los que hemos sido hechos a su imagen? Nuestra única preocupación debe ser obedecer al Padre celestial, y dejarle las consecuencias.
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