La mayoría hablamos mejor de lo que escuchamos, pero la comunicación con el Señor implica ambas cosas.
Leer | Isaías 50.4, 5
23 de agosto de 2015
La mayoría hablamos mejor de lo que escuchamos, pero la comunicación con el Señor implica ambas cosas. Dios quiere que sus hijos escuchen su voz. Su propósito es el mismo hoy, como lo ha sido siempre —asegurarse de que comprendamos la verdad acerca de Él, conformarnos a sus caminos, y equiparnos para comunicar su verdad a los demás.
Uno de los principales instrumentos que Dios utiliza para hablarnos hoy en día es su Palabra. Por esta razón, el estudio de la Biblia es más importante que desayunar, almorzar y cenar cada día. Podemos vivir con una sola comida diaria, pero no sobrevivir en este mundo impío a menos que nos deleitemos en las Escrituras. El resultado de un consumo regular de la Palabra de Dios es un espíritu de discernimiento. Cuando el creyente dice algo que el Señor ha puesto en su corazón, nuestro espíritu verifica la veracidad del mensaje.
No importa qué tan fuerte nos hable Dios, no le escucharemos a menos que escuchar sea una prioridad para nosotros. Debemos pedirle al Señor que nos enseñe a escuchar, para luego esforzarnos por tener una actitud de recogimiento. Un “receptor” interno que esté en sintonía con el Padre celestial se desarrolla solamente por medio de la oración, la meditación y la práctica de escuchar; además, de un espíritu de sumisión para obedecer.
Dios anhela que tengamos un estilo de vida perceptivo, para que podamos escucharle en cualquier circunstancia. Escuchar es una aptitud vital que nos ayuda a mantener nuestro corazón abierto en todo momento. Además de la alimentación proporcionada por nuestro banquete de la Palabra, hay también un “postre” —el reconocimiento de la voz de nuestro Padre.
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