Thursday, March 31, 2016

NUESTRA RELACIÓN CON DIOS | Dr. Charles Stanley | 3/31/16

Al confiar en Cristo, una persona entra en una relación permanente con el Padre celestial. Como creyentes, tenemos la responsabilidad de mantenerla firme.

Primero, debemos aprender acerca de nuestra nueva familia. Una parte esencial y continua de la vida familiar implica conocer y ser conocidos por los otros miembros. En la Biblia, Dios ha dado una descripción detallada de sus atributos, valores y pensamientos. Y debido a que Jesús vino al mundo, podemos entender mejor el carácter de Dios. Al meditar en la Palabra, nuestra conciencia del Dios trino crecerá.

Segundo, debemos mantenernos en estrecho contacto con Dios mediante la oración y el estudio de su Palabra, y rechazar la tentación de poner a las personas, el trabajo o los placeres antes que a Él. Las relaciones florecen con la comunicación, pero se marchitan con el descuido.

Tercero, debemos responder a lo que Dios ha dicho. Él dio instrucciones para la vida, y enseñó lo que le agrada. En las familias sólidas, las personas se cuidan unas a otras. De la misma manera, necesitamos prestar atención a las advertencias del Padre celestial, y obedecer sus preceptos.

Por último, debemos volvernos cada día más semejantes a Dios. Si cooperamos con la obra transformadora del Espíritu Santo, empezaremos a pensar y actuar como nuestro Padre celestial.

Dios Padre proveyó la salvación a través de su Hijo, quien murió para que pudiéramos tener vida. Jesús nos dio un ejemplo a seguir: una vida de servicio compasiva y obediente. El Espíritu de Dios está haciendo su obra de santificación en nosotros 1 P 1.2).

Wednesday, March 30, 2016

LA INTIMIDAD CON NUESTRO PADRE CELESTIAL | Dr. Charles Stanley | 3/30/16

Desde el principio, la intención de Dios fue tener una relación personal y amorosa con nosotros. ¿Qué evidencia tenemos de ello?

Su Hijo. Una de las razones de la venida de Cristo al mundo es que conozcamos al Padre celestial y tengamos comunión con Él. La Biblia nos dice que Jesús es su representación exacta; sus palabras y sus obras fueron las mismas del Padre (Jn 5.19; 12.50). Por tanto, cuando miramos al Hijo, estamos viendo el carácter de nuestro Padre celestial.

Su invitación. Dios nos invita, por medio de la Biblia, a unirnos a su familia (3.16). Él se encargó de preparar cada uno de los detalles; a nosotros lo único que nos corresponde es aceptar la invitación.

Su adopción. El lazo más cercano que podemos tener unos con otros es la familia. En el momento de la salvación, el Señor nos adopta en la suya. Esta relación con nuestro Padre celestial dura por la eternidad, dándonos sustento, aliento y amor.

Su amistad. Al llamar “amigos” a sus discípulos (15.15), Jesús reveló un nuevo aspecto en cuanto a su relación, que se aplicaría también a sus futuros seguidores. Cristo es un amigo que nunca nos abandonará.

Su presencia. A partir del momento de nuestra salvación, el Espíritu Santo habita en nosotros. El Señor nos invita a ser miembros de su familia por medio de la fe en Cristo. Este es nuestro llamamiento supremo: creer en Él y vivir para Él todos los días de nuestra vida (20.31). Una vez que llegamos a ser hijos de Dios, su Espíritu obra en nosotros para hacernos más parecidos a su familia, en pensamientos, palabras y acciones.

Tuesday, March 29, 2016

LA CONSECUENCIA DE LA FALTA DE ORACION | Dr. Charles Stanley | 3/29/26

La oración es una prioridad para cualquier persona que desee ser usada poderosamente por Dios. Jesús se escabullía a menudo para tener momentos de quietud con su Padre. Si el Hijo de Dios necesitaba pasar tiempo en oración, ¡sin duda que nosotros no podemos vivir bien sin ella! Ayer vimos que quienes no buscan la ayuda de Dios se fatigan con cargas innecesarias. Hoy veremos los resultados de moverse penosamente en la vida bajo esas cargas.

Cuando alguien se agota espiritual, emocional o físicamente, se vuelve vulnerable al desánimo. Josué fue exhortado a meditar en la Ley porque su éxito dependería de seguir la voluntad de Dios (Jos 1.8, 9). Tener al Señor en el centro de nuestra atención crea confianza. Sin la oración y la lectura de la Biblia —que no pueden separarse— los creyentes caen en un círculo vicioso en que los problemas se hacen más grandes al tratar de darles una solución humana. Bajo tales condiciones, el desánimo es inevitable.

La pérdida de confianza es seguida pronto por la duda. El creyente que se sumerge en la oración y en la lectura de la Biblia hallará seguridad en el poder y en la presencia del Señor. Pero alguien que duda de la fidelidad de Dios buscará refugio en cualquier parte, menos en esas disciplinas. Al final, la persona se aparta de la voluntad de Dios, al tratar de encontrar una solución engañosa.

La consecuencia de no orar es el fracaso, pero la buena noticia es que se puede superar. Las medidas correctivas son sencillas: pedir perdón a Dios por no orar, y luego dar prioridad a un tiempo regular de quietud con el Señor. En esos momentos de comunión, Él hará más liviana las cargas, dará aliento y colmará a sus hijos de confianza.

Sunday, March 27, 2016

Por qué la resurrección sigue siendo importante |Charles F. Stanley | 3/27/16

¿Qué significa la resurrección de Cristo para usted? ¿Es simplemente un hecho del pasado con poca relevancia para el 2016?

Muchas personas ven el Domingo de Resurrección como una ocasión para vestir ropa elegante e ir a la iglesia. Es más que celebrar la tumba vacía, y después seguir viviendo como si nada hubiera pasado.

Ya que no vimos personalmente al Cristo resucitado después de su sepultura, imaginarse lo que fue aquella primera mañana de Pascua es difícil. Además, la familiaridad con la historia hace que sea fácil pasar por alto la maravillosa magnitud de lo que sucedió. Entonces corremos el riesgo de no dar importancia a la resurrección, y no darnos cuenta del impacto que sigue teniendo hoy.

En 1 Corintios 15.13-17, el apóstol Pablo nos da una idea de la importancia de la resurrección de Cristo, al referirse a lo que habría sucedido si no hubiera resucitado. Nuestra celebración de la Pascua sería una gran mentira, y nuestra fe no tendría valor. Lo peor de todo sería que todavía llevaríamos la culpa por cada pecado que hemos cometido —sin ninguna esperanza de perdón, salvación o vida eterna en el cielo. Si Jesús no hubiera resucitado, su muerte no habría logrado nada.

Sin la resurrección, la Pascua sería una gran mentira, nuestra fe no tendría valor, y la muerte del Señor no habría logrado nada.

Es por eso que la Pascua es una razón maravillosa para celebrar. Jesús murió en nuestro lugar para pagar una deuda demasiado costosa que no podíamos pagar. Su resurrección demuestra que el Padre celestial quedó satisfecho con su sacrificio y lo consideró suficiente para el perdón de todos nuestros pecados (1 Co 15.20-23). Y gracias a la victoria de Cristo sobre la muerte, seremos resucitados y recibiremos una herencia imperecedera reservada en el cielo. Esta esperanza nos permite regocijarnos cada día, incluso en medio de pruebas y sufrimientos (1 P 1.3-9).

Por tanto, si asistimos al servicio del Domingo de Resurrección, pero seguimos sin experimentar ningún cambio el resto del año, dejamos de ver el propósito de la resurrección. Cada día es una oportunidad para dejar que Cristo impacte nuestra manera de ser, ya que nos hemos “despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando cada día hasta el conocimiento pleno” (Col 3.10). En esencia, estamos mostrando la naturaleza de Dios con un corazón compasivo, bondadoso, humilde, manso, paciente, perdonador y amoroso ( Col.3:12-14).

La resurrección de Jesús debe también dirigir y motivarnos. Cristo dijo a sus discípulos: “Como me envió el Padre, así también yo os envío” (Jn 20.21). Después de haber visto al Señor resucitado y ser llenos de su Espíritu, aquellos primeros cristianos difundieron el mensaje de salvación por todo el mundo romano. El impacto de su testimonio fue tan grande que fueron descritos como “estos que trastornan el mundo entero” (Hch 17.6).

En esencia, estamos mostrando la naturaleza de Dios con un corazón compasivo, bondadoso, humilde, manso, paciente, perdonador y amoroso.

Hoy nos toca compartir el mismo mensaje, que ofrece perdón de pecados y vida eterna a todos los que creen. Ninguna otra religión tiene un líder que haya vencido la muerte.

Este mes usted celebrará la Pascua reunido con otros creyentes, cantando alegremente de la resurrección de Cristo, y escuchando una vez más la historia de la tumba vacía. Pero no permita que la familiaridad y las costumbres del día festivo le roben la maravilla y el agradecimiento por lo sucedido. En tanto que sigue regocijándose por la victoria de Jesús sobre la muerte, aguarde con confianza el día en que el Señor regresará y resucitará a todos los que hayan puesto su confianza en Él como su Salvador. Y siga creciendo en la vida nueva que Él le ha dado por el poder de su resurrección.

Friday, March 25, 2016

LA CRUZ DE CRISTO | Ann-Margret Hovsepian | 3/25/16

En los tiempos del Antiguo Testamento, las personas expiaban su pecado por medio de sacrificios de animales. Pero eso era una medida temporal, ya que la sangre de los toros y de los machos cabríos solo cubría el pecado sin quitarlo (He 10.4). Sin embargo, la ofrenda de animales apuntaba hacia la solución definitiva: la sangre derramada de Jesús en la cruz —el sacrificio perfecto y de una vez por todas para el perdón de los pecados.

El Calvario no fue una solución improvisada para corregir el sistema original; el plan desde el principio fue que Jesús diera su vida por nosotros (Mt 20.28). La Escritura dice que Dios nunca estuvo satisfecho plenamente con holocaustos, no importa cuánto le habían costado a la persona que buscaba el perdón (He 10.5-7). Para erradicar el pecado, había que ofrecer la perfección. Por eso vino Jesús (Fil 2.7, 8) —y por eso la cruz es un recordatorio del sacrificio más grande jamás hecho por amor.

La cruz es también un ejemplo que Cristo nos dejó. Cuando Santiago exhortó a los creyentes con las palabras: “Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas” (Stg 1.2), probablemente recordaba cómo el Señor “por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz” (He 12.2). Jesús dijo a quién quisiera ser su seguidor: “Niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Porque todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará” (Lc 9.23, 24). Billy Graham dijo: “Fue lo mismo que decir: Ven y trae tu silla eléctrica contigo. Toma la cámara de gas, y sígueme”. Él no tenía en mente una hermosa cruz de oro, ni una cruz en la torre de una iglesia, o en la portada de una Biblia. Jesús tenía en mente un lugar de ejecución.

Dios no nos exige nuestra sangre para nuestra expiación, sino que quiere darnos vida de una manera diferente —como un sacrificio vivo (Ro 12.1), ofrecido en el servicio a su reino. La cruz de Cristo es más que el madero en el que su cuerpo fue clavado hace casi 2.000 años. Es más que un símbolo de lo que el Señor Jesús hizo por nosotros. La cruz debe ser un recordatorio constante de la deuda que tenemos para con Dios, y de la disposición de vivir para Él, o de morir por Él.

Thursday, March 24, 2016

LA MESA DE SANIDAD | Winn Collier | 3/24/16

Jesús sabía lo que estaba a punto de suceder. Sentía que la muerte y la oscuridad se cernían sobre Él, pero no se recluyó con el fin de prepararse para lo que vendría. Por el contrario, el Señor decidió pasar las horas finales con sus amigos alrededor de una mesa con pan, vino y valor espiritual . . . Jesús quería estar cerca de aquellos a quienes “amó hasta el fin” (Jn 13.1).

El evangelista Lucas señala que el Señor y sus discípulos se reunieron en el aposento alto para celebrar la Pascua. Allí, tuvieron una comida conocida como el Séder, cuya liturgia y alimentos simbólicos recordaban cómo Dios había liberado a Israel de la esclavitud en Egipto, aplastado los ejércitos de Faraón, y cuidado de los antiguos esclavos en el desierto, hasta que llegaron a la tierra que Él les había preparado como hogar. En cada Pascua, las familias judías volvían a contar la gran historia de la provisión y del rescate de Dios —un recordatorio de que Dios seguía estando con ellos, de que Él restauraría y sanaría espiritualmente a su pueblo una vez más.

Por eso, la comida de Jesús con sus discípulos contenía todos estos ecos de la historia de Israel, y avivaba de nuevo la fe de los suyos en la garantía de las promesas de Dios. En los días que vendrían después, esos hombres enfrentarían el abatimiento y la turbación. Heridos por el horror de la cruz, temblarían de miedo e indignación. Se aferrarían a la esperanza, a cualquier posibilidad de que la historia que Jesús había comenzado, aún no había terminado. Pero toda esta angustia estaba por venir. Por ahora, Jesús comía y bebía con sus discípulos, y trataba de explicar a sus desconcertados amigos cómo iba a derramar su cuerpo y su vida por la sanidad de ellos.

Al ofrecer esta copa y este pan partido, Jesús sabía que su muerte iba a cumplir lo que el profeta Isaías había anunciado —que serían necesarias sus heridas para que fuéramos curados (Is 53.5). Aunque los discípulos no fueron capaces en ese momento de comprender el significado de sus palabras, nuestro Salvador presentó la promesa de morir y después resucitar de entre los muertos a favor de ellos, y de los que creamos en ella.

Wednesday, March 23, 2016

EL VINO | Matt Woodley | 3/23/16

En esa primera Cena del Señor, Jesús tomó el vino y dijo: “Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados” (Mt 26.28). Una vez más, esas palabras debieron haber sorprendido a los que las escucharon. Todo judío conocía la larga historia de pactos en los que Dios repetía: Me seréis por pueblo, y yo seré vuestro Dios. Eso sonaba bien en teoría, pero un lado de ese pacto —nuestro lado, en caso de que usted se lo esté preguntando— fallaba siempre en su cumplimiento. Por eso, a lo largo de toda la Biblia, Dios siguió prometiendo que habría un pacto más, no para abolir sino para dar cumplimiento al antiguo pacto.

Ahora, con la copa de vino de la Pascua en su mano, Jesús declaró lo impensable: Que ese nuevo pacto había llegado, en ese mismo momento, en Él. Jesús resumió ese pacto con estas palabras: “Esto es mi sangre . . . que es derramada por muchos”. Es por usted, y por mí, y “por muchos” —así como Jesús es el cordero “que quita el pecado del mundo” (Jn 1.29).

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Jesús pide también una respuesta de parte nuestra: “Bebed de ella todos”. No dijo: “Piensen en esto” o “esfuércense más para ganarlo”, sino “beban”.

Situémonos en esta escena. Al igual que los discípulos, hemos fallado. Ninguno de nosotros es justo, pero seguimos defendiendo y manteniendo nuestra “inocencia”. Como todos los discípulos, hemos traicionado —o traicionaremos— al Hijo de Dios; sin embargo, allí está Él, no solo comiendo y bebiendo con nosotros, sino además ofreciendo su vida y su sangre para salvarnos. Las palabras en Jeremías 31.34 de este tan largamente esperado pacto: “Perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado” se están cumpliendo en ese momento ante nuestros ojos.

Es un regalo perfecto que nos deja completamente maravillados. Pero, con el vino, Jesús pide también una respuesta de parte nuestra: “Bebed de ella todos” (Mt 26.27). No dijo: “Piensen en esto” o “esfuércense más para ganarlo”, sino “beban”. Así es la fe. En otras palabras, al igual que la copa de vino, la salvación está allí para usted. Jesús la sostiene en sus manos y se la ofrece. Pero tiene que creerla, abrir su corazón, y recibirla —y tomarla hasta el fondo, hasta el centro de quién es usted. Así que, “Bébala, todo su ser”.

Tuesday, March 22, 2016

EL PAN | Matt Woodley | 3/22/16

Durante miles de años, el pueblo judío había tenido un conjunto de instrucciones especiales para su evento más importante del año —la Pascua. Rebosante de drama y de intensidad, la Pascua incluía un orden de palabras, símbolos, alimentos, sabores, olores y rituales cuidadosamente preparados. Por tanto, si el padre de la familia se salía de lo pautado mientras dirigía la comida pascual, todos los presentes lo notarían de inmediato.

Y eso es exactamente lo que sucedió cuando el Señor reunió a sus discípulos al aproximarse a su muerte. La noche comenzó como la de una típica comida de Pascua; estaban celebrando la cena de la misma manera que los judíos habían hecho durante siglos . . . hasta que Jesús se salió de lo acostumbrado y comenzó a hablar de sí mismo. Cuando tomó el pan de la Pascua en sus manos, dijo algo absolutamente sorprendente: “Tomad, comed; esto es mi cuerpo” (Mt. 26.26).

La Pascua tenía que ver básicamente con la liberación de un pueblo en particular (los judíos), de la esclavitud a la libertad verdadera. Pero toda la historia de la Biblia apuntaba a una liberación aun más profunda de una servidumbre más trágica ­—la liberación del pecado de toda la humanidad. Mientras sostenía el pan en sus manos, Jesús anunció tranquilamente que su cuerpo partido sería la única fuente de esa profunda y universal salvación y libertad.

“Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado” (Lc 22.19) —algunos historiadores de la iglesia llaman a esta frase “las palabras de institución”, porque nuestro Salvador estaba instituyendo o inaugurando un nuevo capítulo en la historia acerca de Dios y del género humano. Pero notemos que Jesús se apartó de la tradición para que supiéramos que este nuevo capítulo vendría por medio de su iniciativa, no de la nuestra.

Aun cuando estaba siendo entregado a la muerte, el Señor estuvo actuando misericordiosamente para salvarnos, perdonarnos y bendecirnos. En cada paso, es Jesús quien lo da. Jesús escribe (o modifica) lo establecido. Nos da la Cena del Señor, una comida para que la tengamos juntamente con Él —con Aquel que dijo: “Yo soy el pan de vida”.

Y con un simple trozo de pan, Jesús declara cómo viene la salvación —no por nuestros esfuerzos, sino por su gracia; no como un proyecto humano, sino como un regalo divino.

Monday, March 21, 2016

EL CORDERO DE DIOS | Matt Woodley | 3/21/16

Los abejorros, tejones, leones, zorrillos, osos negros y perros sabuesos tienen una cosa en común: si son amenazados, nos picarán, morderán, rociarán o atacarán. A diferencia de los corderos que nunca atacan; antes bien, a lo largo de la historia, son los lobos y otros depredadores quienes los han atacado a ellos. Cuando la Biblia se refiere a los corderos, lo hace, por lo general, en el contexto de una ofrenda. Por ejemplo, en la Pascua —el evento central del Antiguo Testamento— Dios salva a su pueblo por medio de la sangre de un cordero.

Por tanto, usted podrá imaginarse la impresión de los discípulos cuando Juan el Bautista presenta a Jesús, su Señor y Mesías, como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1.29). El Dios de toda la creación, “por medio de [quien] todas las cosas fueron creadas” (v. 3 NVI) viene a la Tierra como . . . ¿un cordero?

Es una historia extraña. El cristianismo es la perspectiva de vida que presenta a un Dios vulnerable —a un Dios que, en y por amor, se sometió voluntariamente a ser atacado por los seres que Él mismo había creado. Por supuesto es importante tener en cuenta que Jesús, el vulnerable Cordero, es también el poderoso Cordero que gobierna desde su trono, que juzga al mundo y que triunfa en la guerra (Ap 5.6; 14.9-11; 17.14) —pero aún así es el Cordero “que fue inmolado desde el principio del mundo” (13.8).

Es también una historia osada y original, la historia de todos nosotros —seres quebrantados que nos hemos extraviado siguiendo la dirección equivocada, tan hundidos en el pantano del pecado, que no podíamos encontrar el camino para volver a casa, o salir de la zanja en que nos encontrábamos. Alguien tenía que descender al abismo que habíamos elegido; alguien tenía que encontrarnos y salvarnos, incluso si eso significaba que muriera en lugar nuestro. Y esa es la historia de Jesús, el león que vino como un cordero. A diferencia de los millones de corderos pascuales sacrificados a lo largo de la historia, Jesús dio voluntariamente su vida “para quitar los pecados del mundo”.

Friday, March 18, 2016

HOY ES EL DÍA DE SALVACIÓN | Dr. Charles Stanley | 3/18/16

La tendencia a postergar la realización de las cosas puede ser un problema grande: las tareas importantes se descuidan, y nunca se disfruta de los beneficios del trabajo terminado. Pero, peor aún, aplazar los asuntos espirituales puede ser mucho más desastroso.

Toda persona pasará la eternidad en algún lugar. El destino se determina en esta vida por la decisión de aceptar o rechazar la oferta que hace el Señor Jesús del perdón de los pecados. Algunas personas creen que pueden postergar esta decisión. La eternidad parece distante, y hay mucho por disfrutar en esta vida. Piensan: “Esperaré hasta que esté cerca de la muerte; entonces le pediré a Jesús que me salve”.

Los problemas con este razonamiento son evidentes. Primero, no hay ninguna garantía de que usted vaya a recibir una advertencia antes de la muerte. Segundo, por pasar toda su vida rechazando la oferta de Cristo, corre el riesgo de que su corazón se endurezca. Decirle no a Dios puede significar no poder decirle sí cuando la muerte llame a la puerta. De hecho, podría haber perdido interés en la oferta de Cristo. Hay un gran peligro cuando se abusa de la gracia de Dios. Todas las personas que no están protegidas por la salvación en Jesucristo, enfrentarán la aterradora realidad del juicio al estar delante de Dios sin un Salvador (He 10.26, 27).

Por postergar la decisión de recibir a Cristo, usted no solo perderá las bendiciones inmediatas de una relación personal con Dios, sino que también se arriesgará a estar separado de Él en el futuro. ¡No tarde más! Venga a Cristo: reconozca su pecado, pida su perdón, y confíe en Él como su Salvador.

Thursday, March 17, 2016

PRINCIPIOS DE OBEDIENCIA | Dr. Charles Stanley | 3/17/16

La obediencia es parte fundamental de la vida cristiana. La conversación de Pedro con Jesús junto al Mar de Galilea ilustra tres principios importantes:

1. Obedecer en las cosas pequeñas tiene significado eterno y conduce a bendiciones. Como vimos ayer, una acción aparentemente pequeña —el préstamo de una barca a Jesús— resultó en el llamamiento a Pedro para que llegara a ser pescador de hombres.

2. Obedecer al Señor Jesús es siempre de provecho para otros. En primer lugar, la acción de Pedro hizo posible que más personas escucharan las palabras de Jesús. Más tarde, cuando Pedro echó de nuevo las redes en el agua, a petición del Señor Jesús, su obediencia significó una gran pesca. De igual manera, si vivimos auténticamente los principios bíblicos, nuestros familiares y seres queridos serán bendecidos y se sentirán estimulados a seguir nuestro ejemplo. Y al hablar de cómo Dios responde a nuestra obediencia con su bondad, otros pueden ser motivados a buscar a su Hijo Jesucristo.

3. Dios puede decirnos que respondamos o actuemos de maneras que tienen poco sentido. Dios le dijo a Noé que construyera un arca; le ordenó a Abraham que sacrificara a su hijo Isaac; y mandó a Josué a conquistar Jericó mediante una marcha silenciosa de seis días, y de gritos en el séptimo. Todos estos hombres estuvieron de acuerdo con el plan de Dios, aunque no tenía sentido. Su confianza en Dios anuló cualquier preocupación, y los llevó a recibir una gran recompensa.

Dios tiene un plan para nuestro bien, y es una insensatez no obedecerlo. Al igual que Pedro, no tenemos idea de lo que Dios hará en y por medio de nosotros, si nos comprometemos a vivir en obediencia a Él.

Wednesday, March 16, 2016

LAS BENDICIONES DE LA OBEDIENCIA | Dr. Charles Stanley | 3/16/16

En Juan 14.15, Jesús enseñó a sus discípulos: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”. En varias ocasiones, repitió la conexión entre el amor y la obediencia, debido a su gran importancia (vea v. 23; 1 Jn 5.3; 2 Jn 1.6).

Obedecer el plan de Dios equivale a decirle: “Te amo”. Tener la perspectiva correcta de la obediencia nos permite soportar cualquier dificultad. Y Dios derrama sus bendiciones sobre quienes le obedecen.

Considere el ejemplo de Pedro. El Señor Jesús le pidió que le permitiera utilizar su barca para predicar a la multitud. Después de haber pasado toda la noche sin atrapar ningún pez, Pedro podría haber dado a Jesús una excusa —que estaba demasiado cansado o que había mucha limpieza por hacer. Pero, en vez de eso, respondió positivamente a la petición de Jesús, y dio un paso hacia la vida de obediencia y bendición. Visto superficialmente, prestar una embarcación para ayudar a Jesús no parecía ser importante más allá de ese momento. Pero Dios tenía más en mente. Iba a usar la vida de Pedro, y le haría un pescador de hombres (Mt 4.19).

Puesto que somos incapaces de prever lo que el Señor tiene en mente, es posible que no podamos comprender la importancia de lo que Él nos pida. Podríamos estar tentados a modificar su petición para que se adapte a nuestro gusto, retrasarla para un momento más conveniente, o simplemente no hacer nada. Tales acciones son siempre poco sabias.

Dios recompensó a Pedro con el servicio en su reino. Él quiere hacer lo mismo con nosotros. ¿Cómo le está moviendo el Espíritu, y cuál es su respuesta?

Tuesday, March 15, 2016

PARA APRENDER A ESTAR QUIETOS | Dr. Charles Stanley | 3/15/16

Ayer vimos el Salmo 46.10, que nos manda a “estar quietos” durante los tiempos de dificultades. Ese versículo nos recuerda que debemos dejar de manipular nuestras circunstancias, y permitir que Dios actúe. Sin embargo, entender un versículo es una cosa, pero ponerlo en acción puede ser algo muy diferente. ¿Cómo puede un creyente estar quieto?

Primero, debemos entender que el Señor está permitiendo nuestras dificultades. Si creemos que Dios tiene el control, debemos también creer que Él permitió que pasara lo que sucedió.

Segundo, puede ser difícil comprenderlo, pero hay un propósito detrás de nuestras pruebas, aunque eso nos deje perplejos. Dios no permitirá que tengamos pruebas en la vida sin una buena razón.

Tercero, puesto que hay un propósito para nuestras dificultades, estas tienen el potencial de ser experiencias positivas. Eso no significa que todo saldrá perfectamente de acuerdo con nuestros planes y criterios, pero si reaccionamos de manera correcta podremos ver la experiencia como un catalizador para el crecimiento de nuestra vida espiritual.

Romanos 8.28 dice: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Es posible que usted haya escuchado muchas veces este conocido versículo, pero para manejar con éxito las tormentas de la vida, uno tiene que entender la verdad que encierra. Dios no ha desaparecido ni tampoco nos ignora. Él tiene un propósito para todo, incluso en las circunstancias más difíciles.

Monday, March 14, 2016

¡ESTAD QUIETOS! | Dr. Charles Stanley | 3/14/16

Todos hemos experimentado tentaciones, pruebas y sufrimientos. Aun los cristianos debemos padecer sufrimientos, ya sea por la muerte de seres queridos, bancarrotas, pérdida de empleo o relaciones rotas. Pero, aunque no somos inmunes a los tiempos de dificultades, tenemos el poder, por medio del Espíritu Santo, de soportarlos. El Salmo 46.10 dice: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”. La expresión “estad quietos” indica que nuestra mejor respuesta a las frustraciones es confiar en el Señor.

¡Qué admirable es saber que, como hijos de Dios, tenemos una línea de comunicación directa con el Padre, aun en medio de las dificultades! Por tanto, no tenemos que reaccionar como lo hace el mundo, con ira, depresión y venganza. Tampoco tenemos que arreglar las cosas con nuestras fuerzas. Es seguro que seremos tentados por la carne, pero si “estamos quietos” aprenderemos a confiar más en Dios cada día.

La verdad es que las dificultades no forman el carácter; solo lo revelan. Una de las respuestas más comunes a las dificultades es la ira. En momentos de frustración, corremos el riesgo de tomar decisiones impulsivas que podrían afectar el resto de nuestra vida. Pero, en vez de dejarnos vencer por las emociones, debemos estar quietos y confiar en Aquel que puede hacer que todo resulte para nuestro bien (Ro 8.28).

En este mundo, los problemas no van a desaparecer (Jn 16.33). Pero cuando las tormentas amenacen en el horizonte, abróchese el cinturón y confíe en que Dios le guiará. En Él, y solo en Él, podrá usted mantenerse quieto y tranquilo.

Friday, March 11, 2016

ALABAR AL CORDERO DE DIOS | Dr. Charles Stanley | 3/11/16

La revelación que hace Juan del trono celestial es una imagen impactante de auténtica alabanza. El lugar estalla de adoración al Señor Jesús. Los presentes —los ancianos y los “millones de millones” de ángeles (v. 11) son motivados a cantar su amor a Cristo, porque saben quién es Él. Es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (vv. 9, 12; Jn 1.29). Y es el León de Judá (Ap 5.5), el único digno de juzgar la Tierra y renovarla. Jesucristo es maravilloso, y ninguna parte de la creación pueden resistirse a decirlo.

¿Qué le motiva a usted a adorar a Dios? ¿No debe ser la alabanza a nuestro Salvador por ser Él quien es, la razón para levantar nuestras manos y voces? Para hacerlo, debemos tomarnos el tiempo para conocerle. No basta con leer la Biblia solo los domingos y orar en forma esporádica. Tenemos que comprometernos a descubrirle por medio del estudio regular de la Palabra, la oración abnegada y el servicio a su reino.

Después que el creyente vislumbre otro aspecto del carácter de Cristo, más grande y más sorprendente de lo que se había percatado antes, anhelará saber más. Tendrá hambre y sed de Dios, porque solo el Señor puede satisfacer (Mt 5.6). Es en la adoración que el corazón del cristiano se llena.

La alabanza es parte de un ciclo: se aprende más del carácter de Dios; se le ama más profundamente; se le adora y se le sirve mejor; y se logra satisfacción espiritual. Lo asombroso es que cuando estamos satisfechos, anhelamos más de su presencia en nuestra vida, y entonces ahondamos en su Palabra para tener más de ella, y comenzar de nuevo el ciclo.

Thursday, March 10, 2016

DANIEL: UNA INFLUENCIA PIADOSA | Dr. Charles Stanley | 3/10/16

Daniel tuvo la inusual oportunidad de influenciar a cuatro reyes. Su fidelidad a Dios significó en varias ocasiones poner su vida en peligro, pero nunca vaciló en sus convicciones. La historia de su vida nos enseña lo que se requiere de alguien que quiera tener una influencia piadosa en quienes le rodeen.

La confianza plena en el poder del Señor para protegerle y sostenerle, invistió a Daniel con poder para tomar decisiones audaces. Dio malas noticias a reyes, a pesar de que hacer eso podía significar la muerte (Dn 2.26-44; 5. 17-28). Y más aún, desafió una ley que le exigía violar el mandamiento de Dios de adorarlo a Él solamente (6.7-11).

La intención de Daniel no era ser popular; estaba comprometido a hacer lo recto ante los ojos del Señor. Y cuando tuvo que enfrentar las consecuencias de elegir una línea de acción poco popular, lo hizo con un espíritu tranquilo y a la manera de Cristo. Sin ninguna queja, Daniel aceptó el castigo de ser arrojado al foso de los leones —en realidad, él había violado la ley de los hombres.

Es muy tentador pensar que si hacemos lo correcto, debemos ser premiados o al menos protegidos. Pero vivimos en un mundo caído y, a veces, hacer lo correcto traerá castigo sobre nosotros. Nuestra manera de responder a las consecuencias de la obediencia a Dios es, en realidad, tan importante como hacer la voluntad de Dios. Nuestra reacción está siendo observada y evaluada por quienes están dentro de nuestra esfera de influencia, que quieren ver si realmente creemos en nuestra aseveración de que el Señor tiene el control. Dios está usando nuestras experiencias y testimonio para alcanzar a otros para su reino.

Wednesday, March 9, 2016

LOS REQUISITOS DE UNA INFLUENCIA PIADOSA | Dr. Charles Stanley | 3/9/16

Las empresas gastan millones de dólares para influenciar al público. Pero junto con el dinero, hay también muchas ideas y estrategias en cuanto al diseño de campañas publicitarias y de eventos que puedan captar el interés de la gente.

Como creyentes, estamos involucrados en una tarea mucho más importante: la de conquistar los corazones con la verdad del evangelio por medio de nuestra influencia. Si queremos influir positivamente en los demás, necesitamos dar testimonio fiel de Dios delante de las personas.

Tener una convicción fuerte acerca de la Palabra de Dios es la base de la buena influencia espiritual; debemos creer que la Biblia es veraz y practicar sus enseñanzas diariamente. En la lectura de hoy, Daniel y sus amigos rechazaron la comida y el vino del rey, porque la Palabra les decía que no comieran nada que hubiera sido ofrecido a los ídolos, una práctica común en ese tiempo (Éx 34.15). ¡Daniel se puso a sí y a sus amigos en peligro de muerte por un asunto de comida! Pero procedió de tal manera pues sabía que el Padre celestial quería que obedeciera la Palabra, costara lo que costara.

Si queremos influenciar a otros, debemos ser fieles a nuestras convicciones. La vida de un creyente es, a menudo, el único ejemplo de principios bíblicos que otras personas verán. Por tanto, como Daniel, debemos disponer nuestra mente para obedecer a Dios, sin importar las circunstancias. Y como sucedió con las personas que estaban dentro en la esfera de influencia de Daniel, aquellos a quienes usted toque verán las buenas obras hechas para el Señor por usted, y lo glorificarán a Él (Mt 5.16).

Tuesday, March 8, 2016

UN MENSAJE QUE PERDURA | Dr. Charles Stanley | 3/8/16

Imagínese que vamos a un lujoso restaurante para cenar. La mesa está arreglada con un fino mantel, vajilla de porcelana y copas de cristal. El camarero le coloca su plato, pero en medio de ese bello plato de porcelana hay apenas un malvavisco. ¡Qué decepción! En vez de recibir una nutritiva y sustanciosa comida, lo que le sirven es una pelota esponjosa de azúcar que no le ofrece ninguna satisfacción.

Si no somos cuidadosos, nuestra vida puede llegar a parecerse a esa decepcionante cena. En vez de ser cristianos con un mensaje lleno de esperanza, podremos llegar a ofrecer solo un poco de dulzor. El mensaje de Dios es para nutrir y sostener; nuestros familiares, amigos, e incluso nosotros mismos, no podemos quedar satisfechos con una pobre nutrición. Nuestro Padre celestial quiere que influenciemos a las personas, a tal punto que les resulte imposible ser las mismas después de habernos conocido.

Si el Señor está creando un mensaje valioso en nuestra vida, debemos recibir todo lo que nos presente como venido de Él. Cuando algo malo es filtrado por la voluntad permisiva de Dios, Él sacará algo bueno de eso (Cf. Ro 8.28). A decir verdad, una persona puede dar un mensaje de esperanza con mayor efectividad si ha sufrido. En medio de sufrimiento, buscamos consuelo de quienes han enfrentado algún dolor parecido al nuestro. De igual modo, los demás confiarán en el consuelo que les demos, si ya hemos pasado por lo mismo.

Sean cuales sean las circunstancias, debemos evaluar lo que Dios está haciendo en nosotros. Cuando buscamos primero sus propósitos y sus lecciones, apresuramos el momento en que nuestro mensaje de vida refleje la esperanza que se encuentra en Cristo Jesús.

Monday, March 7, 2016

UN MENSAJE DE VIDA | Dr. Charles Stanley | 3/7/16

¿Qué mensaje está transmitiendo? Cada persona da testimonio de sus convicciones y prioridades según la manera como vive. Jesús dijo que, para un mundo que nos observa, los creyentes debemos ser como la sal y la luz, que simplemente no pueden ser ignoradas. Si añadimos sal a la sopa, el mejor sabor es evidente; y cuando iluminamos una habitación, la oscuridad huye. Nuestro carácter, conducta y conversación deben ser una declaración fuerte y clara de la importancia de Dios, la necesidad de Jesucristo, y el poder del Espíritu Santo.

Para vivir de una manera que glorifique al Señor, debemos comenzar por la lectura y el estudio de las Sagradas Escrituras. Al meditar en su Palabra, Dios nos habla, y nosotros asimilamos gradualmente sus principios. Esto nos permite influenciar positivamente al mundo.

Una buena manera de aprender las lecciones de la Biblia es mediante el estudio de la vida de grandes siervos de Dios, como Abraham, Moisés, Daniel, David, Ester, María y Pablo. Uno pudiera dedicar muchas semanas en el mensaje de vida de cada uno de ellos, como está revelado en la Biblia. Sus historias tienen mucho que enseñarnos en cuanto a la manera de enfrentar las situaciones, lo que descubrieron mediante sus errores y cómo se relacionaban con Dios.

Por estos relatos bíblicos, y también por otros pasajes, aprendemos que nuestro Padre celestial tiene un propósito para nosotros. Él desea conformarnos a la imagen de su Hijo Jesucristo. Reconociendo esto, podemos establecer un ejemplo que los demás podrán imitar. Como dijo Pablo: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Co 11.1).

Friday, March 4, 2016

EL PELIGRO DE LA CONVERSACIÓN FRÍVOLA | Dr. Charles Stanley | 3/4/16

Pregunte la definición de chismear, y le dirán algo acerca de esparcir rumores. Es correcto, pero no lo es todo. Chismear incluye cualquier conversación frívola o maliciosa que dañe a alguien. En otras palabras, la conversación perniciosa es un pecado universal de lo que todos hemos sido culpables.

Por ejemplo, ¿ha hecho usted alguna vez un comentario negativo acerca de la manera como se vistió una persona? ¿Le dijo a un amigo que alguien que usted conoce debiera pensar en cambiar de trabajo? ¿Hizo comentarios acerca de la vida personal de otro individuo? Permítame hacerle una última pregunta: ¿Sintió algo en su espíritu mientras hablaba? Todos estos pueden ser ejemplos de chismes, de palabras que sí dañan, a pesar de lucir inofensivas.

Los comentarios frívolos se hacen a menudo de un modo que los hace parecer como si no fueran chismes. Las personas enmascaran el chisme de tres maneras comunes: 1) en son de broma, 2) usando detalles personales de los demás “como ejemplo” y 3) disfrazando la difusión de la información como una petición de oración. Por supuesto, no toda broma o ilustración es un chisme. El cuerpo de Cristo está llamado, sin duda, a orar por quienes están enfrentando situaciones difíciles. Por tanto, debemos conocer la diferencia entre la conversación sabia y la frívola.

La diferencia está en la motivación del corazón (Sal 19.14). La lengua se suelta fácilmente cuando la intención es arruinar la reputación de una persona o hablar de las desgracias ajenas. Por el contrario, el deseo de agradar a Dios y mostrar su gracia a nuestro prójimo, nos mueve a decir lo que es bueno para edificar (Ef 4.29).

Thursday, March 3, 2016

LAS PALABRAS DE NUESTRA BOCA | Dr. Charles Stanley | 3/3/16

Chismear es considerado un pasatiempo relativamente inofensivo, en especial, cuando se le compara con pecados como el asesinato o el adulterio. Satanás ha pintado al chisme como algo insignificante, pero si examinamos esta mentira, veremos la horrible verdad. Dios, en la Biblia, pone al chisme entre los pecados más viles (Ro 1.28-31).

Nada en cuanto al chisme es inofensivo. Ya sea que lo dicho dañe intencionalmente, o solo sea algo frívolo, una persona puede ser herida o avergonzada. Un amigo mío se propuso encontrarle el origen a una dañina habladuría acerca de él. Le preguntó a una persona tras otra: “¿Dónde escuchó usted eso?” Después de conversar con diecisiete pastores, descubrió a la persona que había originado el rumor. Esta persona reconoció que había especulado en voz alta en cuanto a una situación que no conocía bien. Una reacción en cadena había comenzado con un hombre que sacó una conclusión apresurada mientras conversaba con un amigo.

Aunque la víctima nunca se entere de lo que se habla a sus espaldas, el chisme siempre tiene consecuencias. Las personas que riegan cuentos revelan su condición interna: “Porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Mt 12.34). De una lengua venenosa brotan la envidia, los resentimientos o el orgullo que llevan por dentro.

El chisme tiene el poder de herir, destruir reputaciones y dividir iglesias. No tenemos el derecho de dañar la vida de nadie. Dios es el único a quien debemos acudir cuando oigamos un rumor. Los que enfrentan pruebas necesitan de oración, no de lenguas que pregonen su desgracia (Gá 6.2).

Wednesday, March 2, 2016

ANDAR EN EL ESPÍRITU | Dr. Charles Stanley | 3/2/16

El Espíritu Santo es uno de los regalos más preciosos de Dios para sus hijos. Él viene a morar en la vida del creyente en el momento de la salvación, y le da el poder para vencer el pecado y vivir para la gloria y los propósitos de Dios. Pero el poder del Espíritu puede ser “desactivado” o ignorado. Solamente quienes deciden andar con Él tienen libre acceso a su poder y dirección.

Andar en el Espíritu revela confianza en Dios. Él señala el camino, y nosotros lo seguimos. Cuando Él habla, escuchamos, atendemos sus advertencias y obedecemos sus instrucciones. El camino del Espíritu es una senda de entrega que, aunque difícil, lleva a la plenitud de la vida.

El Espíritu de Dios no solo guía; da poder también, porque el reto de obedecer a Dios no es posible mediante nuestras fuerzas. El Espíritu Santo suple todo lo que necesitamos para vivir en santidad, y produce su fruto maravilloso en nosotros.

Ser guiados por el Espíritu debe ser el estilo de vida natural de los hijos de Dios. Cuando usted busca intencionalmente su presencia durante todo el día, Él está solo a un pensamiento de distancia. Si su mente se vuelve a Él, el Espíritu le hará más sensible a las cosas de Dios, y le dará un mejor entendimiento de las situaciones y de las personas que le rodean.

Dé una caminata con el Espíritu hoy, y aprenda a identificar su voz. En el momento que no tenga la mente ocupada con los afanes del día, concentre sus pensamientos en Él, pida su dirección y manténgase a la expectativa. Y cuando Dios se la dé, confíe en el poder del Espíritu Santo, para obedecerle.

Tuesday, March 1, 2016

LA PERSONA QUE DIOS PUEDE USAR | Dr. Charles Stanley | 3/1/16

Al ser llamado por el Señor a una vida de discipulado y servicio, Pedro dejó su profesión de pescador para convertirse en el líder de la iglesia en Jerusalén. Podemos aprender mucho de la transformación que experimentó por sus logros y sus fracasos.

Pedro fue el primero que reconoció públicamente que Jesús era el Mesías. Cuando el Señor preguntó a los discípulos quién creían ellos que era, Pedro dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mt 16.16). Al confesar resueltamente su fe delante de los demás, no se cohibió por temor a lo que pudieran pensar. Igualmente, la base de nuestra identidad, tanto en público como en privado, tiene que ser que somos seguidores de Cristo. Nuestras palabras y acciones deben proclamar que le pertenecemos a Él.

Después del arresto de Jesús, la fe de Pedro flaqueó. Cuando lo desafiaron a decir si había estado con Jesús, lo negó. Tal como lo había profetizado el Señor, el apóstol negó tres veces su relación con Él. ¡Qué lágrimas tan amargas las del discípulo por su acción! (Mt 26.69-75). Después de su resurrección, Jesús perdonó a Pedro, y luego lo llamó a amar a las “ovejas perdidas” del mundo (Jn 21.15-17). En Pentecostés, después de ser lleno del Espíritu Santo, Pedro comenzó su ministerio anunciando el evangelio a miles de personas (Hch 2.6-11, 41). Por medio del poder de Dios, muchos fueron salvos.

Pedro es un buen ejemplo de la clase de persona que nuestro Padre celestial puede utilizar: a alguien con fortalezas y debilidades, que aprende de sus errores y que es obediente a los propósitos del Señor. ¿Está usted resuelto a seguir el plan de Dios para su vida?