Friday, March 4, 2016

EL PELIGRO DE LA CONVERSACIÓN FRÍVOLA | Dr. Charles Stanley | 3/4/16

Pregunte la definición de chismear, y le dirán algo acerca de esparcir rumores. Es correcto, pero no lo es todo. Chismear incluye cualquier conversación frívola o maliciosa que dañe a alguien. En otras palabras, la conversación perniciosa es un pecado universal de lo que todos hemos sido culpables.

Por ejemplo, ¿ha hecho usted alguna vez un comentario negativo acerca de la manera como se vistió una persona? ¿Le dijo a un amigo que alguien que usted conoce debiera pensar en cambiar de trabajo? ¿Hizo comentarios acerca de la vida personal de otro individuo? Permítame hacerle una última pregunta: ¿Sintió algo en su espíritu mientras hablaba? Todos estos pueden ser ejemplos de chismes, de palabras que sí dañan, a pesar de lucir inofensivas.

Los comentarios frívolos se hacen a menudo de un modo que los hace parecer como si no fueran chismes. Las personas enmascaran el chisme de tres maneras comunes: 1) en son de broma, 2) usando detalles personales de los demás “como ejemplo” y 3) disfrazando la difusión de la información como una petición de oración. Por supuesto, no toda broma o ilustración es un chisme. El cuerpo de Cristo está llamado, sin duda, a orar por quienes están enfrentando situaciones difíciles. Por tanto, debemos conocer la diferencia entre la conversación sabia y la frívola.

La diferencia está en la motivación del corazón (Sal 19.14). La lengua se suelta fácilmente cuando la intención es arruinar la reputación de una persona o hablar de las desgracias ajenas. Por el contrario, el deseo de agradar a Dios y mostrar su gracia a nuestro prójimo, nos mueve a decir lo que es bueno para edificar (Ef 4.29).

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