Aprendí una valiosa lección la noche anterior a mi primera predicación. Mi madre me dio un versículo que Dios puso en su corazón: Josué 1.9. Memoricé lo más rápido que pude ese versículo en cuanto a la valentía, ¡porque estaba aterrado! Leí todo el pasaje y entendí que la fortaleza y la valentía están ligadas a la concentración en la Palabra de Dios. Por esta razón, pasar tiempo con Dios debe ser una prioridad en nuestra vida.
Cuando estamos en comunión diaria con nuestro Señor, podemos aceptar más fácilmente que Él tiene el control absoluto de todo lo que enfrentamos. Ya sea que hayamos sido golpeados por la adversidad o que estemos rebosando de gozo, Dios tiene controladas nuestras circunstancias. Pasar tiempo con el Padre celestial nos permite traer a Él nuestras preocupaciones y nuestros sentimientos. El Señor podrá, entonces, gozarse con nosotros o abrigarnos tiernamente en nuestra necesidad.
Orar cuando leemos la Biblia y pedirle a Dios que hable a nuestro corazón cuando la leemos es un privilegio que tenemos como cristianos. Cuando estamos delante del Señor, tenemos la oportunidad de recibir su guía y su poder para manejar nuestras circunstancias. Por tanto, Dios restaura nuestras fatigadas almas y nos renueva para enfrentar un nuevo día.
Personalmente, creo que al salir cada mañana de nuestra cama debemos pasar un poco de tiempo de rodillas. Es necesario encomendar cada día a nuestro Padre celestial, examinar nuestras tareas del día y entregar el tiempo a Él. La mañana es como el timón de nuestro día; la manera como comencemos encauzará toda nuestra dirección.
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