Deténgase por un momento y piense en el propósito de su vida. ¿Está viviendo egoístamente para usted, sus intereses y sus éxitos? ¿Giran sus energías alrededor de su familia? Quizás su ambición sea hacer un cambio positivo en el mundo.
Pero todos estos objetivos, incluso el último, que parece tan noble, son vanos. El único objetivo de valor y gozo eternos es servir a Cristo. Como sus seguidores, nuestra vida debe imitar la de Él. Mateo 20.28 nos dice que “el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir”.
Pero, a veces, podremos sentirnos abrumados al pensar en la manera maravillosa como otros creyentes están sirviendo al Señor. El rey David condujo a grandes ejércitos a la guerra teniendo al Señor a su lado. Hoy hay evangelistas que hablan a decenas de miles de personas, y muchas almas son salvadas. ¿Cómo puede compararse esto con lo que nosotros hacemos? Aunque las comparaciones pueden desanimarnos, los cristianos usan otras excusas para no intentarlo, tales como la falta de experiencia, o no tener la personalidad adecuada para la tarea.
No obstante, el llamado que Dios hace a cada persona es único. Él le dará a usted las palabras, la capacidad y las circunstancias para que pueda llevar a cabo lo que Dios quiere que haga. Recuerde que nuestro Padre celestial es el único que marca la diferencia. Nosotros somos apenas simples herramientas, y el hecho de que Él nos use es una bendición.
¿Está usted demostrando su amor al Señor por medio del servicio a los demás? Viva de tal manera que pueda decir al final de cada día: “Señor, traté de hacer hoy tu voluntad de la mejor manera que pude”.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.