Pablo aprendió que el secreto para ser un triunfador es mantener la perspectiva de Dios en los altibajos de la vida, y conectarse con su poder. El apóstol estaba firmemente convencido de que tener a la persona del Espíritu Santo viviendo en él, significaba que el poder de Dios estaba disponible para él.
Nosotros, también, podemos aprender a estar en paz mientras las tormentas de la vida rujan a nuestro alrededor. El primer paso es creer que el poder de Dios está dentro de nosotros por la presencia de su Espíritu. Luego, aceptar que la prioridad de Dios para nosotros es transformarnos a la imagen de Cristo. También es importante buscar con diligencia mantener la perspectiva del Señor Jesús en las pruebas (Jn 16.33). Hasta que arreglemos estos asuntos de fe, el verdadero contentamiento nos evadirá.
Después de aceptar estas verdades, podemos aprender a usar el poder divino del Cristo resucitado. La clave está en someter nuestra voluntad a la de Él. Por tanto, en vez de reaccionar a la vida basándonos en nuestras debilidades y deseos, responderemos basándonos en la voluntad de Dios, y en el hecho de que pertenecemos a Cristo. Podremos entregarnos conscientemente al Señor y a su plan para nuestra vida. Rendir el control al Espíritu Santo permite que se haga la voluntad de Dios, y nos capacita para aceptarla. Cuando podamos decir: “Señor, todo lo que tú decidas estará bien para mí”, experimentaremos la paz interior que nos ha sido prometida. (Vea Jn 14.27).
La perspectiva divina, la entrega y la fe firme en el Señor son los ingredientes de una vida victoriosa. Ahora usted también conoce el secreto.
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