ACORTAR DISTANCIAS Febrero 8
Antes bien,
hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres, pues ensanchan sus
filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; aman los primeros asientos
en las cenas, las primeras sillas en las sinagogas, las salutaciones en las
plazas y que los hombres los llamen: «Rabí, Rabí». Mateo 23.5–7
Una serie
televisiva para niños, muy conocida en toda América Latina, tenía un personaje
que le decía a los demás: «¡Dígame licenciado!» Cuando los otros le concedían
el deseo, se mostraba sumamente gratificado. No era más que una tontera. Y sin
embargo reflejaba algo que en nuestra cultura latina nos gusta mucho: hacer
alarde de nuestros títulos y logros.
Cristo, en este
pasaje, señala comportamientos similares en los fariseos. Amaban todo aquello
que remarcara la diferencia que los separaba del resto del pueblo. Lo
demostraban usando flecos más largos que el pueblo, ubicándose siempre en los
primeros lugares en las reuniones, y procurando cruzarse con la gente para
escuchar el agradable sonido de su título, «Rabí, Rabí». Con todo esto, dejaban
en claro que ellos no pertenecían al pueblo, sino que estaban en otra dimensión
espiritual de la vida. Su comportamiento, en lugar de acercarlos al pueblo,
creaba la ilusión de que una gran distancia los separaba de la gente de la
calle.
El líder sabio
entiende que la distancia es enemiga del ministerio eficaz. Nadie transforma vidas desde un púlpito. El verdadero
impacto de un líder se hace sentir cuando camina con su gente y quienes lo
rodean tienen la oportunidad de examinar de cerca su andar. Cuando se mezcla con ellos y entiende las realidades con
las cuales luchan, su ministerio cobra matices misericordiosos y prácticos,
fundamentados en una perspectiva real de la vida.
Esto es tan
importante, que el célebre educador Howard Hendricks, en su libro Las siete leyes del maestro, lo enumera
como uno de los principios fundamentales de la educación. «La palabra comunicación -escribe Hendricks- viene del latín “comunis”, que significa común. Antes de que podamos
comunicarnos debemos establecer lo que tenemos en común, lo que es universal
entre nosotros. Cuanto más cosas tengamos en común [con los que enseñamos] más
grande será el potencial para la comunicación».
Como líder, deseche
todo lo que le pueda marcar como diferente a su gente. Rechace los títulos, los
lugares de honor, la vestimenta distintiva y el trato preferencial que otros le
quieren dar. Nuestro corazón rápidamente se acostumbra a estas cosas, pero rara
vez contribuyen a que tengamos mayor autoridad con el pueblo. Procure
identificar todo aquello que pueda servirle a usted para acortar las distancias
entre su persona y la gente a quienes ministra. Esto le dara amplia entrada en
sus vidas y le permitirá una inversión mucho más eficaz.
Para pensar:
A veces nos escudamos con el argumento: «yo no quiero que me traten de esta
manera, pero la gente insiste». Cristo no solamente dijo que no llamemos a otro
«licenciado», sino también que no dejemos que otros nos llamen «licenciado». Es
su responsabilidad educar a los demás en este tema. Usted no quiere que ellos
piensen que usted es especial. Su tarea es mostrar que sólo Uno es especial, el
que está sentado sobre el trono y reina soberano.
Shaw, C.
(2005). Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo
Cristiano Internacional.
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