PROSEGUIR HACIA LA META Febrero 7
Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero
una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo
que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios
en Cristo Jesús. Filipenses 3.13–14
Para que apreciemos el peso de esta frase de Pablo, es
necesario que recordemos que Filipenses es una de las últimas cartas que
escribió, mientras aguardaba en la cárcel de Roma el veredicto de la justicia.
La declaración es extraordinaria porque el apóstol llevaba al menos 20 años de
trayectoria en el ministerio, y estaba en todo su derecho a descansar en sus
logros.
Nos llama la atención, por lo tanto, que su orientación
fuera tan claramente hacia el futuro. Con el avanzar de los años es común que
pasemos cada vez más tiempo meditando en el pasado, recordando victorias
obtenidas y experiencias vividas. Pero, en especial nuestra mente, vuelve una y
otra vez a lamentar las oportunidades perdidas, los errores cometidos, las
situaciones que no resultaron como esperábamos.
Si bien es importante mirar para atrás ocasionalmente,
simplemente para reconocer el camino recorrido y celebrar la mano de Dios que
ha obrado a favor nuestro, lo más importante es mirar hacia el futuro. Nadie
puede caminar hacia el frente si está mirando en la otra dirección. Por esta
razón, Pablo dice que se olvida de «lo que queda atrás».
El apóstol delata en esta frase que su esperanza estaba
firmemente puesta en el futuro. No estaba condicionado ni atado por el pasado.
No importa cuales hayan sido las experiencias que le tocó vivir, el anciano
apóstol entendía que lo mejor estaba por delante. Y con esa convicción
proseguía, con paso firme hacia la meta que Dios había puesto delante de él.
Como líderes, es importante que también miremos hacia
adelante. No podemos dejar que las dificultades y el sufrimiento del pasado
determinen cómo vemos el futuro. No podemos, tampoco, vivir de los logros que
el Señor, en su misericordia, nos permitió conseguir en el pasado. Para los que
estamos en Cristo, la vida crece siempre hacia la expresión máxima de su
plenitud. Lo mejor está por delante.
Aun en tiempos de absoluta crisis, podemos fijar la vista
en el futuro para cobrar ánimo en medio de la tormenta. Cristo, cuando estaba
en Getsemaní, en medio de esa agónica lucha por sujetarse a la voluntad del
Padre, consiguió levantar los ojos y ponerlos en el gozo que estaba puesto
delante de él (Heb 12.3). Habiendo realizado esta acción, pudo soportar la cruz
y todo lo que ella implicaba, con un espíritu sereno y confiado. Esto habla de
cuán poderoso puede ser en nuestras vidas el resultado de una actitud
espiritual correcta.
Para pensar:
El gran evangelista
Dwight Moody, dijo una vez: «Estoy avanzando hacia una luz que brilla, y cuanto
más me acerco más brilla». El pasar de los años hace que lo que estaba lejos,
cuando éramos jóvenes, se vea cada vez con mayor nitidez y hermosura. ¡Esto
debe animarnos a seguir adelante con nuevas fuerzas!
Shaw, C. (2005). Alza tus ojos. San José, Costa Rica,
Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.
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