¿Por qué permite Dios el fracaso?
Leer | Romanos 8:29-30
Ayer vimos cómo el Señor maneja nuestras circunstancias para enseñarnos a ser humildes. Al hacerlo, revela lo dependientes que somos de Él, y elimina al ídolo que hacemos de nuestros esfuerzos en la búsqueda de santidad. También es su forma de llevar a cabo algunos de sus planes para nuestra vida.
El Padre celestial tiene más en mente que simplemente poner al descubierto la debilidad de nuestra carne —eso es, simplemente, un medio para lograr algo más grande. Él desea exhibirnos por toda la eternidad como ejemplos de su gracia y su misericordia. Quiere que los ángeles vean el cuerpo de Cristo, y sientan reverente admiración ante esta deslumbrante demostración de su obra.
¿Hay alguna manera de entender el alcance total de los designios de Dios para nuestra vida? ¿Qué hay que hacer para que podamos vivir en la plenitud de todo lo que Él se propone para sus hijos?
No tenemos las respuestas a estas preguntas. Por consiguiente, se nos hace difícil entender por qué Dios permite, a veces, que fracasemos. Si solamente pudiéramos ver el glorioso producto final que Él tiene en mente, abandonaríamos de buena gana nuestros esfuerzos, y nos rendiríamos a su poder transformador. Pero, en cambio, nos empeñamos muchas veces en hacer las cosas a nuestra manera. Mientras mantengamos esa manera de pensar, Dios permitirá que fracasemos.
Hay una manera mejor que consiste simplemente en vivir por fe, confiando cada momento del día en que el Espíritu Santo que está en nosotros nos conformará a la imagen del Hijo de Dios, Jesucristo.
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